Los campos de cereal se expanden en la llanura en zonas donde antiguamente se cultivaban viñas y achicoria. Aún permanecen los muros de la fábrica de achicoria en la que se transformaba esta raíz en un sucedáneo del café. Próximo al pueblo se conserva un reducto de quejigos resto del paisaje que cubrió estos páramos.
Junto a una viña se distinguen los paredones de la ermita de San Benito donde se mantienen todavía en pie las maltrechas bóvedas del ábside. En los huecos de las piedras habita una colonia de abubillas. Tras un paseo por el pueblo se puede caminar por la senda ecológica que se inicia junto a la iglesia y finaliza en Hontalbilla. Su filiación histórica es el sexmo de Hontalbilla de la Tierra de Cuéllar. Caminando por sus calles es fácil observar antiguas casonas construidas con calizas del páramo de color gris casi blanco. En su construcción se reaprovecharon elementos del desaparecido palacio de Buen Grado. La Cilla, recientemente restaurada, servía para almacenar el grano y garantizar la siembra en épocas de carestía. La iglesia de la Natividad de María es un templo de planta basilical en el que se superponen elementos de distintas épocas. Las naves laterales se derrumbaron en los años setenta, lo que hace todavía más complicada la datación de la arquitectura. Quizás la portada sea lo más antiguo del templo. El presbiterio se cubre con una cúpula sobre pechinas, que es una interpretación muy popular de la arquitectura barroca del siglo XVIII. El retablo mayor es de estilo clasicista, con algunos añadidos posteriores. En la puerta del sagrario aparece Cristo resucitado.
Sus fiestas principales se celebran en honor de la Natividad de Ntra. Señora, el 8 de septiembre, y de la Asunción y San Roque, el 15 y 16 de agosto. El 15 de mayo, San Isidro, se hace la solemne bendición de los campos.
Aguilafuente es un pueblo de rica historia que puede presumir de ser la cuna del primer libro impreso en España: El sinodal de Aguilafuente, que recoge las actas del sínodo diocesano convocado por el obispo Arias Dávila.
Buena parte del término está cubierta por pinares de pino resinero. De estos árboles se extraía la resina que servía como materia prima para la fábrica de la Unión Resinera donde se obtenían aguarrás y colofonia. El cantueso, el tomillo y la retama son sus principales acompañantes, tapizando y estabilizando el suelo arenoso y ácido sobre el que se encuentran. El arroyo Malucas y el río Cega atraviesan el término municipal, añadiendo una pincelada de frescor. El área recreativa de Las Fuentes, situada junto al río Cega, ofrece la posibilidad de un agradable día de campo. Varios manantiales emergen de la arena para rendir sus aguas al río pocos metros más abajo. Helechos de más de un metro de altura cubren el espacio entre los pinos, acompañados del rumor del agua y el canto de las aves.
Hace unas décadas, la arqueóloga Rosario Lucas excavó con gran rigor la villa romana que se encontró en el paraje de Santa Lucía. Entre los restos encontrados, fechados en el siglo IV, destaca un conjunto de mosaicos que hoy pueden contemplarse en la iglesia mudéjar de San Juan, convertida en un interesantísimo museo dedicado a la romanización de estas tierras.
Los visigodos usaron el mismo emplazamiento de la villa para enterrar a sus difuntos durante los siglos VI y VII. En el siglo XII, Alfonso VII entregó al obispo de Segovia la villa de Aguilafuente que permaneció en el señorío episcopal hasta el siglo XVI. En este período se construye la iglesia mudéjar de Santa María, que es reformada en el siglo XV. Su ábside es uno de los mejores de la arquitectura medieval de ladrillo de toda la provincia. La portada principal, que se abre a la plaza, es una joya del gótico flamígero y está presidida por el grupo escultórico de la Anunciación. Del 1 al 10 de junio de 1472 se celebró aquí el sínodo de Aguilafuente. La participación activa de la villa en la revuelta comunera debió incomodar al obispado, que decidió vendérsela a Pedro de Zúñiga, Duque de Béjar. Su hijo recibió de Felipe II el título de Marqués de Aguilafuente. El palacio de los Zúñiga, hoy en ruinas, es una buena muestra de la arquitectura civil del siglo XVI. También tienen interés las casas de los Pérez de la Torre (s.XVI), de los Señores de Ribera (s. XVII) y del Marqués de Peñarrubias (s.XVIII). Durante el reinado de Carlos IV se construyó el Real Pósito para almacenar grano que garantizara los cultivos en épocas de escasez. La planta baja del Ayuntamiento alberga el museo Florentino Trapero, escultor nacido en Aguilafuente en 1893 y fallecido en 1977. En él se exponen esculturas, bocetos y moldes del autor que dedicó buena parte de su labor a la restauración escultórica de catedrales como la de Sigüenza o la de Vitoria.
Un grupo de vecinas del pueblo hacen con primor las camisas, justillos, jubones, manteos, monteras, faltriqueras y delantales de los trajes tradicionales de las mujeres segovianas.
En las fiestas de Las Candelas y San Blas (febrero) se siguen haciendo las danzas de “paloteo”. Las fiestas patronales de Aguilafuente se celebran del 14 al 18 de agosto, en honor a Nuestra Señora de la Asunción. Los actos culturales se suceden a lo largo de este mes.Destaca entre ellos la Feria del Sinodal, que se celebra durante su primer fin de semana. Se realizan representaciones teatrales por las calles que culminan con la representación del Sinodal en la Iglesia de Santa María, en la que participan los vecinos del pueblo, actuando a gran nivel. La puesta en escena es espectacular. En el mes de octubre se conmemora el Santo Cristo de la Peña, cuya ermita se encuentra en la salida hacia Lastras de Cuéllar.
Antiguo barrio de La Cuesta, hoy forma parte del término municipal de Turégano. La humildad de su caserío contrasta con la belleza de sus paisajes serranos. En los muros de los prados que lo rodean abundan los musgos y líquenes que encuentran en los granitos y gneises un lugar idóneo para vivir. La humedad y la escasez de contaminación son los principales requerimientos para que estas pequeñas comunidades se desarrollen con fuerza. Varios arroyos cruzan los prados donde pasta el ganado vacuno. Alternando entre ellos se observan extensas praderas surcadas por arroyos. Algunos puentes creados con finas láminas de granito que se superponen sobre dos muretes permiten a sus habitantes caminar por prados y praderas. La ermita de San Isidoro, el patrón del pueblo, es un templo pobre en el que tan sólo se conserva un retablillo barroco que fue costeado con las limosnas de los vecinos. En él se dispone la imagen del santo, de buena factura, que asiste impávida a la irrefrenable despoblación del lugar. Cuentan en el pueblo que hace años bajaron de La Cuesta los vecinos encabezados por el cura para llevar al santo a la parroquia. Sin embargo, el portador del pendón tropezó con un cable de la luz y se electrocutó. Como consecuencia de la terrible desgracia el santo nunca llegó a ser trasladado. Más interés tiene el Toril, evidencia de la importancia de la actividad ganadera. Es un edificio de planta rectangular, construido en buena mampostería y cerrado con cubierta de madera a dos aguas. Aquí se guardaban los sementales que eran alimentados con la paja recogida durante los meses de estío. El pesebre está hecho con un gran tronco de fresno vaciado. La fiesta mayor se celebra el día 2 de enero, en honor de San Isidoro, arzobispo de Sevilla en el siglo VII.
El término de Aldeasoña pertenece a la comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña y se sitúa en su extremo noroccidental. Su caserío se extiende desde la vega hasta culminar las laderas calizas por empinadas calles. El arroyo de la Hoz circunda el pueblo tras recibir las aguas del arroyo Pelayos, y más tarde del arroyo Fuente Endrinos. Los campos de cereal sustituyen las viñas que cubrían gran parte del páramo y de las que se extraía el vino para la familia. La vendimia era un momento de alegría y fiesta que los jóvenes disfrutaban haciendo lagarejos a las mozas, impregnando su cara con el jugo de la uva cuándo salían del lagar de la Cueva.
En el interior del caserío se alza la iglesia de Santa María Magdalena, un edificio del gótico postmedieval. De su origen románico conserva la portada y la bóveda de medio cañón de la sacristía. Tiene dos naves unidas por arcos formeros de medio punto que vuelan desde pilares poligonales. Se cubren con bóvedas de arista decoradas con tracerías barrocas. La capilla mayor se cubre con bóveda de terceletes que se entrecruzan bajo diecisiete claves. La capilla lateral se cubre también con bóveda de crucería. El retablo mayor es barroco, de tres calles con un cuerpo rematado por ático. En la capilla lateral se encuentra el retablo de la Virgen del Rosario, de estilo clasicista y fechado en 1585. Las tablas son obra del círculo del pintor Diego de Aguilar. Una puerta cegada daba acceso a la Casa Grande, construida en sillería a principios del siglo XVIII. A mediados del siglo XIX formaba parte del mayorazgo de don Javier de Ribera. Tiene dos bodegas y un lagar.
La fiesta mayor es en honor de Santa María la Magdalena, el 22 de julio. El 13 de junio en la romería en honor a San Antonio de Padua los niños se suben a las andas del santo entre risas y vítores.
Este pequeño barrio de Cantalejo reúne en su municipio una rica variedad de paisajes y alguno de los rincones más bellos de esta comarca. Junto al pueblo parte un camino paralelo al arroyo las Sabinas que se adentra entre páramos calizos hasta las Fuentes del San Juan. Todavía perdura un antiguo molino harinero bajo un impresionante paredón calizo. Aquí se recoge el agua que se distribuye a varios pueblos, entre los que se encuentra Cantalejo, y cuyo sobrante mantiene el caudal del río durante todo el año. Al otro extremo del pueblo se distingue un llamativo monte de robles en el que se entremezcla ejemplares aislados de pino negral, un ejemplo de lo que fueron en el pasado los bosques mixtos en el perímetro del pinar.
Las casas se distribuyen en calles irregulares. Algunas fachadas decoradas con esgrafiado dan un toque pintoresco. La espadaña barroca de la iglesia de San Lorenzo preside la plaza y su muro debió servir para jugar a la pelota. El templo tiene una sola nave, rematada con una cabecera recta que se cubrió con una extraña bóveda de arista. Los dos altares laterales están dedicados a la Virgen del Carmen y a Cristo Crucificado. El retablo mayor es barroco y alberga en su hornacina la imagen de San Lorenzo. Otras tallas de interés son las de la Virgen del Rosario, San Juan Bautista, San Roque y el Niño Jesús de Praga. A los pies de la nave se alza el coro, desde el que se accede al campanario. En el sotocoro se conserva la pila bautismal, una gran copa de piedra con adornos vegetales labrados en el borde y en el pie.
Su patrón, San Lorenzo, se celebra el fin de semana más próximo al 10 de agosto. Sus fiestas menores son San Juan, el 24 de junio, y la Natividad de Nuestra Señora, el 8 de Septiembre.
Debe su nombre al paso del arroyo del Ternillo que lo cruza de un extremo a otro. Junto a él se ha realizado un agradable paseo bajo la sombra de olmos, tilos, prunos y otros árboles ornamentales.
Aunque la mayor parte del término municipal esta cubierto de pinar existen algunas praderas alimentadas por pequeñas lagunas como la Dehesa del Boyal. En ella el ganado vacuno pasta entre las lagunas del Lagartero, la Adobera y el Palomar. Extensas fincas de regadío se suceden entre los pinares. Se cultivan fresas, puerros, y otras hortalizas características de El Carracillo. Históricamente, pertenece al sexmo de La Mata de la comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar, aunque hoy es una entidad local menor del municipio cuellarano.
Su principal edificio es la iglesia de Santa Lucía, un templo barroco de gran tamaño construido sobre una edificación más antigua, quizás del siglo XV, según se aprecia en la cabecera y en la parte inferior de la torre. Como en tantos otros edificios castellanos de la época, un exterior austero contrasta con la profusa decoración interior concentrada en bóvedas, cúpula y retablos. Las tracerías geométricas se pintan de gris perla y las vegetales de crema, acentuando el barroquismo. En el muro de cierre de la nave central, el coro vuela en saledizo de forma muy original.
Acompañados por el sonido de la dulzaina y el tamboril, el día 13 de junio sus vecinos celebran una de sus fiestas patronales, San Antonio. El 13 de diciembre, en honor a Santa Lucía, se organizan nuevos festejos. Durante la noche resplandece el reflejo de la fogata que se forma con las ramas secas que los niños han recogido en el pinar. En estas mismas fechas se lleva a cabo el Festival Rock en el que se dan cita los amantes de esta música de toda la provincia.
Es otro de los antiguos barrios de La Cuesta. El origen de su nombre esta relacionado con el afloramiento de piedras berroqueñas, o berruecos, que sobresalen en prados y caminos. Como consecuencia de varios procesos geológicos estos materiales graníticos emergen ligeramente a la superficie. El aspecto alomado y suave de estas formaciones alterna con el verde de los prados que rodean las casas. La ganadería de vacuno, como en todo el antiguo término, es su principal actividad económica.
El río Viejo bordea el pueblo con sus aguas claras y frescas. Nace a pocos kilómetros de aquí, en la Sierra de Guadarrama. Un camino junto a la carretera desciende hasta un viejo molino rodeado de sauces, fresnos y encinas. El antiguo caz que lo alimentaba, incrustado en la roca, todavía se conserva en buen estado. En un lateral se abre un aliviadero que descarga al canal del exceso de agua en invierno o en caso de crecidas. Cuando el caudal es generoso, el agua salta cristalina y estrepitosa desde el aliviadero hasta el río Viejo. El molino se utilizaba para moler el grano de todos los vecinos de Berrocal, a los cuáles pertenece. A partir de aquí se puede dar un agradable paseo junto al río.
Entre La Cuesta y Berrocal, mana la fuente de la Nava. Junto a ella se encuentra el despoblado de los Caserones del que apenas se distinguen la base de algunos muros. Cuentan en Berrocal que todos sus vecinos murieron durante la celebración de una boda al emponzoñarse el agua de la fuente y beber todos de ella. Sólo sobrevivió para contarlo una anciana que, enferma, se había quedado ese día en su casa.
El 25 de julio sus vecinos reciben a visitantes y amigos en la celebración de su fiesta patronal, Santiago Apóstol.
El pueblo y su término pertenecen históricamente a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda y se localiza en su extremo occidental en el límite con la Tierra de Pedraza. Su paisaje lo dominan extensas masas de pino resinero. Sin embargo, no siempre debió ser así, ya que las encinas salpicadas entre los pinos ponen de manifiesto la importancia que este árbol debió tener en el pasado. A medida que nos acercamos a las riberas del Cega el paisaje se transforma. En algunas zonas los chopos cultivados han sustituido al bosque original pero en otros lugares, como en la finca de Los Porretales, se conserva la vegetación original, favorecida por el adehesamiento de los fresnos para el ganado. Parros y garzas son comunes en estas zonas, incluso anida una pareja de cigüeña negra.
La iglesia de la Asunción es un templo de elegantes proporciones y decoración austera. Fue construida en varios momentos entre el siglo XVI y el XVIII. Conserva una magnífica pila bautismal del siglo XII decorada con gallones y cabezas humanas inscritas en arquillos de medio punto. El retablo colateral dedicado a la Inmaculada conserva pinturas de dos grandes maestros segovianos del siglo XVI: Diego de Aguilar (San Pedro y San Pablo) y Alonso Herrera (San Benito, San Roque y San Antón). Del primero es también el lienzo de la Natividad.
La chimenea de la vieja fábrica de resina se eleva sobre los tejados, como testigo silencioso de una economía antaño floreciente basada en la explotación racional del pinar.
El 14 de septiembre se celebran las fiestas de la Exaltación de la Cruz, retrasadas un mes en el calendario. También se celebran San Roque, el 16 de agosto, y la Octava del Señor, el fin de semana siguiente al Corpus Christi. El sonido de chiscar la tralla acompaña todas las celebraciones.
En el corazón del páramo, al abrigo de una suave hondonada, el caserío de Calabazas de Fuentidueña trepa por la ladera coronada por la iglesia parroquial. En los suelos pedregosos apenas crece la vegetación como consecuencia de las duras condiciones ambientales.Tomillo, lavanda, salvia y mejorana son algunas de las plantas aromáticas que se adaptan a las duras condiciones y bajo las que se cobijan cogujadas, alondras, perdices y otras aves esteparias. El aprovechamiento del suelo tan sólo ha permitido el cultivo de cereal y pequeñas huertas junto a la población. Sin embargo la ganadería ovina se ha desarrollado desde antiguo. Sobre estas pedrizas se asentaban viñedos, hoy escasos, en los que cada vecino producía su propio vino en las bodegas que se esparcen por la ladera.
La iglesia de la Asunción es una obra monumental que responde a un gran proyecto gótico postmedieval que quedó sin terminar. En el siglo XVI se construyó el gran crucero. Los brazos, el transepto y el presbiterio se cubren con bóvedas de crucería. La nave se divide en tres tramos cubiertos por bóvedas de arista. La portada, de estilo plateresco, proviene del Hospital de la Magdalena de Fuentidueña. A los pies se levanta la torre. En los brazos se conservan dos parejas de retablos gemelos barrocos. También es barroco el retablo mayor, con sus tres calles separadas por columnas salomónicas. En las dos laterales se disponen lienzos, mientras que la central se reserva para el sagrario, el expositor y la imagen de la Asunción. En el ático, un Calvario. En las afueras se encuentra la ermita de San Roque, un sencillo humilladero del siglo XVII.
La primera semana de julio se celebra Santa Isabel, aunque la fiesta mayor es el 15 de agosto en honor a San Roque y Nuestra Señora de la Asunción.
Inmerso en la comarca natural de El Carracillo, se encuentra rodeado de campos de regadío en los que crecen hortalizas de excelente calidad. Desde la ermita de San Mamés, situada sobre un pequeño cotarro, se disfruta de una espectacular panorámica con el manto de pinos en el horizonte. La ermita es la cabecera de la iglesia parroquial del despoblado de San Mamés. Es un bello ejemplo de la arquitectura mudéjar o románico de ladrillo del siglo XIII: Conserva un tramo recto, dividido en dos por un arco fajón apuntado, y el cascarón del ábside, cubierto con bóveda de horno.
Al igual que en otros pueblos de la comarca, abundan pequeñas lagunas estacionales. Este es el caso de las lagunas de Adobales y Herrera, integradas en el casco urbano.
La iglesia de San Juan Bautista es un templo de tres naves con cabecera rectangular. A pesar de la sencillez de su arquitectura, atesora un rico conjunto de retablos, imágenes y pinturas, entre los que destaca el esplendoroso artesonado mudéjar del siglo XVI que cubre el presbiterio. Merece una visita pausada.
Junto a la iglesia, como era habitual en gran parte de la provincia, crecía una vieja olma, cuyo tronco desnudo y agrietado aún se mantiene en pie. En su interior los vecinos han plantado un joven olmo al abrigo y amparo de su predecesor.
En las cercanías del pueblo se mantiene, bien conservado, un palomar de planta poligonal. Es un edificio característico de la arquitectura popular y actualmente están en trance de desaparecer.
El tercer domingo de agosto, las herramientas de labranza dan paso a los trajes regionales y al sonido de la música para celebrar la fiesta en honor a San Juan Degollado.
Cantalejo es un de los núcleos más relevantes de la Tierra de Pinares segoviana. Se encuentra sobre un suave cotarro en la encrucijada de dos importantes carreteras. Es la cabeza del ochavo de Cantalejo, no de los que conforman la comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda.
Las gentes de Cantalejo han sido siempre un ejemplo de laboriosidad e ingenio. Por ejemplo, en sus talleres se fabricaban trillos que se comercializaban en toda España. En reconocimiento a su desarrollo económico, el rey Alfonso XIII le concedió el título de Ciudad en 1926.
La iglesia de San Andrés es un edificio magnífico, construido en elsiglo XVIII con una arquitectura híbrida entre lo herreriano y el gótico postmedieval. El templo, de tres naves, se levantó sobre la iglesia románica. Se consagró en 1734, aunque las obras se extendieron hasta principios del siglo XIX, cuando se finalizan las sacristías. En el pinar, junto a las lagunas, se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Pinar. Consta de una nave con ábside y un amplio pórtico en lado sur. Es el templo más oriental de los que se engloban en el mudéjar o románico de ladrillo, a excepción de la rareza del ábside de Santiago de Sepúlveda.
Su fiesta más importante es la Asunción y San Roque, el 15 de Agosto. Los días previos a la fiesta las calles se inundan de chasquidos que truenan en el eco de los callejones. Es el “chiscar” de las trallas de los quintos que recuerdan a sus antecesores mercaderes cuando las hacían sonar al regresar tras meses de ausencia. Los festejos taurinos son un atractivo más durante estos días, destacando los tradicionales encierros por el pinar. Cincuenta días después de Pascua los devotos de la Virgen del Pinar se reúnen junto a la ermita en solemne romería.
Entre los cauces de los Ríos Cega y Duratón, en el límite de la tierra de pinares segoviana, se asientan las Lagunas de Cantalejo. Las arenas silíceas sobre las que se sitúa el pinar permiten la filtración del agua de lluvia que recargan un acuífero cuyo nivel freático se encuentra a poco más de un metro de la superficie. Un rosario de depresiones de origen tectónico forman las cubetas sobre las que se han desarrollado las lagunas. De esta forma se ha creado uno de los conjuntos lagunares más importante del centro de la Península. Por este motivo y por su riqueza biológica se le ha propuesto como Lugar de Interés Comunitario. Navalayegua, Navaelsoto, Navalhornos, La Muña, La Cepedosa, La Cerrada y Navalagrulla son algunas de las más representativas por su carácter permanente. El uso tradicional de las lagunas ha sido muy diverso, desde la extracción de la turba del fondo hasta la cría de tencas. Actualmente son un refugio de gran valor ecológico para aves migratorias y sedentarias que encuentran alimento y protección en el carrizo que las circunda. Es fácil observar aguilucho lagunero, focha común, polla de agua, zampullín chico, ánade real, garza real e incluso cigüeña negra. En las proximidades al agua abundan las bardageras y los helechos que poco a poco dejan paso al pinar entre cuyas copas se distingue la presencia de algún roble o encina relictos de un paisaje anterior. Partiendo de la ermita de la Virgen del Pinar se puede realizar un recorrido de unos seis kilómetros que bordea la lagunas más importantes, desde Navalayegua hasta la Laguna de Navalhornos. Un itinerario tranquilo y suave que permite disfrutar del avistamiento de gran variedad de aves, no sólo acuáticas sino también forestales como el águila calzada, el milano real o el milano negro. Con la puesta de sol y el reflejo de la sierra en el espejo de sus aguas, las lagunas ofrecen uno de sus más bellos momentos. El chapoteo de las fochas al posarse sobre el agua y su insistente canto nos acompañará en cualquier estación del año.
Es un pueblo de origen medieval, lugar de realengo perteneciente al sexmo de Cabezas de la comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia.
Su término es un pequeño muestrario de los paisajes más representativos de las llanuras de la provincia de Segovia: riberas, encinares, pinares y páramos. Las zonas de poco relieve se han utilizado para el cultivo de cereal, permaneciendo el bosque donde el terreno es más abrupto. Los ríos Eresma y Pirón atraviesan su término dibujando un mosaico de paisajes en continuo cambio. Entre ambos ríos hay pinares resineros con lugares pintorescos como la Finca de Constanza, en la que emergen lagunas sobre las que chapotean ánades reales, zampullines y otras aves acuáticas. Desde el despoblado de Fuentes un antiguo camino accede hasta la ribera del Eresma, junto al molino harinero de Peñacorbilla. Poco a poco la fuerza de sus aguas provoca el encajonamiento del cauce entre enormes taludes rojizos. Desde el puente de la carretera a Navas de Oro se puede disfrutar de la belleza de estos cortados. La Senda del Temeroso del Otero discurre junto al río Pirón. Tras cruzar el cauce, llegamos al Temeroso de Santa Águeda, antiguo despoblado del que se conservan las ruinas de la ermita mudéjar, y comienza el ascenso a Peñacarrasquilla, atravesando un monte de encinas. Grabados en sus paredes rocosas encontramos un rico repertorio de figuras humanas, animales y símbolos de la Edad del Bronce. El caserío de Carbonero se desparrama en una hondonada que queda flanqueada por la Muela Grande y la Muela Chica, cuyos riscos rocosos rompen la horizontalidad del paisaje.
De la arquitectura civil, destaca la Casa del Sello, que perteneció durante siglos a la poderosa familia segoviana de este mismo apellido. Es una obra de estilo isabelino construida a finales del siglo XV o principios del XVI. El elemento más interesante es la torre que hace esquina, en la que se abren tres arcos escarzanos. Las dos torres con tejados de pizarra de la iglesia de San Juan conforman la imagen más conocida del pueblo. El templo es uno de los más interesantes de la provincia. La parte más antigua es el cuerpo inferior de la torre, construida en el siglo XIII y de estilo mudéjar. Del siglo XV son las tres grandes naves de estilo gótico, cubiertas con bóvedas de crucería con claves bellamente decoradas. En el siglo XVI se hace el gran retablo mayor, una joya de la pintura hispano-flamenca en tierras segovianas. En 1731 se emprende otra gran reforma, levantándose la nueva cabecera a los pies de las naves. Es magnífica la gran cúpula de estilo barroco muy influido por los aires cortesanos del Real Sitio de San Ildefonso. A principios del siglo XVIII se realizó la reforma barroca de la ermita de la Virgen del Bustar y hacia 1780 se añadió el gran volumen de la hospedería. La imagen de la Virgen es del siglo XIII. Otros edificios de interés son la iglesia barroca de Nuestra Señora de la Asunción, en el despoblado de Fuentes, construida en el solar de la antigua hacia 1741, y las ruinas de la ermita mudéjar de San Miguel de Quintanas, muy próximas al santuario del Bustar.
En Carbonero se encuentra el taller donde ha fabricado Lorenzo Sancho sus afamadas dulzainas y chirimías. Sus instrumentos amenizan fiestas por toda Castilla y han sido un importante apoyo en el resurgir del folklore castellano.
Una de las celebraciones más entrañables de la comarca es la romería del Bustar, que tiene lugar el sábado anterior a la Pascua de Resurrección. Devotos de toda la provincia se reúnen junto a esta hermosa ermita y llevan a la Virgen en procesión hasta la Fuente del Pozuelo donde, según la tradición, se apareció a un humilde pastor. Llega el estío y con él las fiestas más multitudinarias. Así, el 24 de junio se celebra San Juan Bautista y, en septiembre, la Virgen del Bustar. Danzas, bailes y festejos taurinos se suceden a lo largo de los días.
Antiguo barrio de La Cuesta, hoy pertenece al término municipal de Turégano. Como su propio nombre indica, la encina o carrasca debió ser el árbol más habitual en toda la zona. Actualmente sobrevive con un pequeño monte de encinas que cubre parte del término. Su casco urbano esta rodeado de nutritivos prados de diente en los que el ganado pace durante gran parte del año. Grandes fresnos desmochados resaltan en el llanura verde de los prados, que se alternan con parcelas de cultivo de secano. No es difícil observar sobrevolando la campiña ratoneros, milanos, halcones y otras rapaces en busca de ratones, topillos e incluso algún conejo. Debido a la cercanía de la sierra y al refugio que ofrece su monte, es fácil identificar las huellas y restos de corzos y jabalíes.
La vieja iglesia de San Martín es un templo del siglo XVI con cabecera rectangular y tres naves separadas por dobles arcos de medio punto. Destaca en su interior la pila bautismal: Una gran copa de piedra sin decorar montada sobre una grada circular que nos impresiona por su sencillez. El retablo mayor, repintado y algo desvencijado, conserva algunos elementos de interés como el sagrario y el medallón del Padre Eterno en el remate. Dos toriles y la fragua tradicional comparten el mismo edificio de planta baja. La fragua conserva sus elementos característicos: el fuelle, el yunque, la rueda de amolar… todo ello como si su actividad se hubiera detenido súbitamente para ya no volver a ponerse en marcha.
El fin de semana más cercano al 16 de agosto se celebra con alegría estival la fiesta de San Roque. El 11 de noviembre se celebra San Martín, fiesta muy arraigada entre los pocos vecinos que van quedando en este pequeño pueblo de la falda de la sierra.
Lo campos de cultivo de cereal y los viñedos que se extienden a ambos lados de la carretera dan la bienvenida al visitante. El pueblo se asienta sobre un cerro inmerso en un extenso páramo calizo de cielo inabarcable que se adentra en la vecina provincia de Burgos. Aunque el cereal es ahora el cultivo más importante, antiguamente lo eran los forrajes como las algarrobas y los yeros con los que se alimentaba al ganado. La tradición vitivinícola perdura en este barrio de Valtiendas. En sus páramos se hallan muchas de las viñas que abastecen a las bodegas de la Asociación de Vino de Calidad. Un recorrido por sus estrechas calles nos evidencia la reciente construcción de este caserío a principios del siglo pasado.
Cerca del pueblo, próximo al Coto de San Bernardo, existía un lugar llamado Granja de Santa María, cuyas familias migraron para asentarse en la aldea que habrían fundado en 1824 tres pastores de Valtiendas. Al principio, la aldea se conocía como Caserío del Páramo. Además de esta granja, tenemos noticias por Madoz de otras tres, también pertenecientes al monasterio de Santa María de Sacramenia: Santa Ana, San Juan y Cárdaba, esta última en término de Pecharromán.
Algunos esgrafiados y las bodegas tradicionales dan un toque ameno al pueblo. Cerca de la salida por el camino que conducía a la Granja de Santa María se encuentra la iglesia de San José, construida a principios del siglo XX. Para hacer la puerta de ingreso en el lado sur se reutilizaron algunos materiales antiguos. A los pies de la nave se alza la espadaña, rompiendo la monotonía del volumen.
El primer día de mayo se celebra la fiesta de su patrón, San José Obrero. La importancia de la agricultura en la vida del pueblo se pone de manifiesto con la celebración de San Isidro labrador, el 15 de mayo.
Se encuentra situado sobre una amplia llanura cubierta por una capa de arenas silíceas suaves y finas. Pinos resineros y piñoneros crecen en este suelo contribuyendo a su fijación y evitando que la arena sea arrastrada por la fuerza del viento y el agua. El arroyo Marieles cruza parte del pueblo antes de verter sus aguas al río Pirón. Las surgencias de agua subterránea han originado la aparición de las lagunas del Santo Cristo y Redonda. Es lugar del sexmo de La Mata de la comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar. La Junta del Sexmo, en la que participaban los representantes de todos sus pueblos, se reunía siempre en Chañe por hallarse en el centro de su territorio. El término de Chañe, próximo a la confluencia de los ríos Pirón y Cega, ha tenido desde hace cientos de miles de años condiciones idóneas para el desarrollo de la vida humana. Se han censado nada menos que veintidós yacimientos arqueológicos adscritos cronológicamente al Paleolítico inferior, Calcolítico, edad del Bronce, edad del Hierro y épocas romana y visigoda.
La iglesia de San Benito es un magnífico edificio barroco de planta basilical. El tramo de la nave central más cercano al presbiterio se cubre con cúpula sobre pechinas. Como todas las bóvedas, se decora con recargadas tracerías geométricas muy propias del estilo. Entre los retablos sobresale uno de estilo clasicista en la nave meridional. Chañe tiene además dos ermitas, la de la Virgen de los Remedios, junto al cordel de San Antonio, y la del Santo Cristo de la Agonía. En su caserío destaca la casa blasonada de la familia del Corral.
Celebran su fiesta grande el 16 de agosto en honor a San Roque. En Semana Santa se enciende una de las tradicionales pegueras en las que se elaboraba la pez a partir de los restos de resina y barrujo. La pez era utilizada para impermeabilizar toneles, pieles, etc.
Las huertas de El Carracillo se extienden por su término municipal alternando con bosquetes de pino resinero y piñonero. El arroyo Marieles bordea el casco urbano que se levanta sobre la llanura de arenas que cubren toda la zona.
Muy cerca del pueblo se encuentran las ruinas del antiguo Caserío de Gallegos y la ermita de San Benito, de arquitectura historicista, construida a principios del siglo XX. Un agradable área recreativa bajo la sombra de pinos centenarios invita al sosiego, escuchando el canto de carboneros, trepadores azules y rabilargos. Muy cerca se encuentran tres lagunas invadidas por carrizos y espadañas. El movimiento de sus hojas y el chirriante canto de la focha común delatan la presencia de este ave de vuelo fatigoso.
La iglesia de San Andrés es fruto de numerosas reformas y modificaciones, pero conserva elementos de interés. El primero que llama la atención es la monumental espadaña de ladrillo de época barroca que se levanta sobre el arco triunfal. El segundo es la cabecera rectangular, de aspecto medieval, que se cubre con bóveda de cañón apuntado reforzada por tres arcos fajones. Pero lo más destacable del templo son su coro y su armadura o artesonado, ambas obras de estilo mudéjar, realizadas con madera bellamente labrada y fechables en el siglo XVI.
Su fiesta patronal se celebra el último domingo de noviembre en honor a San Andrés. El primer sábado de julio se conmemora a Santa Isabel. Una de las fiestas de mayor tradición en la comarca es la romería de San Benito de Gallegos, el último domingo de septiembre, que reúne a ocho pueblos: Arroyo de Cuéllar, Campo de Cuéllar, Chañe, Chatún, Gomezserracín, Narros de Cuéllar, Pinarejos y San Martín y Mudrián.
El caserío se esparce por una loma junto a la vega del Duratón. Las choperas han sustituido a las antiguas huertas que debieron abundar en toda la ribera. Al otro margen, las laderas de arenas coronadas por pinos resineros flanquean al río y dirigen su cauce. Es en este paraje donde se encuentra la fuente de las Mozas, un manantial de aguas cálidas al que acudían las mujeres del pueblo a lavar durante el invierno. Todavía se conserva la costumbre de seguir el camino que, tras cruzar el río, lleva a esta fuente.
En un cerro próximo a las bodegas se alzan las ruinas de la ermita de San Benito. Ya no se cultivan las viñas, pero en otro tiempo la producción de vino tuvo cierta importancia. La vega del río y los campos de cultivos salpicados de almendros configuran un hermoso paisaje de verdes y ocres.
En un lado del caserío y en las proximidades del río, se levanta la iglesia de San Julián, una construcción románica. La cabecera consta de tramo recto y ábside. En este se abren tres aspilleras enarcadas al interior y al exterior. En cada lado del tramo recto se disponen dos arcos ciegos, también dentro y fuera. El tramo recto se cubre con medio cañón y el ábside con bóveda de horno. El arco triunfal es de medio punto. Posteriormente se le adosó un gran arco apuntado que da paso a la nave, también románica, aunque de un momento posterior. En el lado sur se abre la gran portada de seis arquivoltas. Sorprende en ella, al igual que en el resto de edificio, la ausencia de decoración escultórica, una influencia cisterciense que también se manifiesta en el rosetón abierto a los pies de la nave. La pila bautismal, en el sotocoro, es una pieza singular.
El primer domingo de octubre los vecinos festejan la Virgen del Rosario. El 7 de enero se celebra San Julián al son de las dulzainas.
Los arroyos que bordean el pueblo aportan colorido al paisaje ya que al frescor de sus aguas crecen olmos, juncos y zarzamoras. En la Fuente de Arriba, cercana a las bodegas tradicionales, se ha plantado un jardín con saúcos, arces y otras plantas ornamentales. Aprovechando estas aguas, se siguen cultivando pequeñas huertas amenizadas por los cantos de mirlos, petirrojos y pinzones. Al otro extremo del pueblo se encuentran la Fuente de las Piojas y el lavadero de Balbis. Junto a este último se puede ver el manantial de aguas cristalinas que abastece a las pilas y el viejo puente del camino.
En un lateral del pueblo, algo apartada de sus casas, se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. La fundación del templo es de época medieval y luego fue ampliado en el siglo XVI. Consta de tres naves, cabecera recta románica, sacristía, capilla lateral y una torre, esbelta y austera, que se levanta a los pies de la nave. Por la decoración de la portada y del arco triunfal el maestro que hizo la iglesia románica podía haber trabajado antes en la de San Miguel de Fuentidueña. En la capilla lateral se conserva un retablo clasicista hecho en 1544 y dorado en 1769. Las tablas son obras destacadas del Maestro de Duruelo, quien para pintar a San Andrés se inspiró en un personaje de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. El coro también es una pieza excepcional. La balaustrada y el sotocoro se decoran con motivos vegetales enmarcados por exuberantes tracerías. Cerca de la iglesia se encuentran las ruinas de la Casa Grande y, fuera del pueblo, la humilde ermita de San Roque, obra del siglo XVII.
En cuanto a fiestas, se celebran Nuestra Señora y San Roque, los días 15 y 16 de agosto. Pero la fiesta mayor es la Minerva en honor al Santísimo Sacramento, que se celebra el último fin de semana de junio. La procesión del viernes es el momento más señalado.
Limitando con la provincia de Valladolid, al noroeste de la Tierra de Pinares Segoviana, se asientan la villa de Cuéllar, una “villa castellana y antiquísima”, como se refería a ella su primer gran historiador, don Gonzalo de la Torre de Trassierra. Su casco histórico atesora un importantísimo conjunto monumental que, poco a poco, va recuperando su esplendor. Para entender su magnitud, baste decir que llegaron a existir en Cuéllar en el siglo XVI veintiséis edificios religiosos, de los que cinco eran conventos.
La población asciende por las cuestas o cotarros que separan la llanura que surcan el río Cega y el arroyo Cerquilla de los páramos que se extienden hacia la provincia de Valladolid. El castillo, en lo más alto, y las torres de las iglesias configuran y dan personalidad al paisaje urbano de la villa.
Los orígenes de Cuéllar se remontan a la Edad del Bronce, época de la que se han encontrado algunos restos. En aquel momento, como después en la Edad del Hierro, los poblados buscaban lugares elevados fácilmente defendibles. Así, en el siglo VI a.C. ya existía un castro en el entorno del castillo. La necrópolis de las Erijuelas de San Andrés se conoce desde los hallazgos de Antonio Molinero, a mediados del siglo pasado. Los materiales encontrados permiten hablar de la existencia de un poblado dela tribu céltica de los vacceos. Quizá Cuéllar fuera la Colenda que conquistaron las tropas romanas de Tito Didio tras nueve meses de asedio, pero no existen pruebas fehacientes. De época visigoda tan sólo hay indicios. La primera repoblación cristiana de Cuéllar tuvo lugar tras la batalla de Simancas (939) y duró hasta el año 977, cuando Almanzor arrasó la villa. A finales del siglo XI, Alfonso VI recuperó Cuéllar y le encargó al conde Pedro Ansúrez su repoblación. En este momento nace laComunidad de Villa y Tierra, que vincula a Cuéllar con un vasto territorio divido en sexmos. Para regular su funcionamiento, Alfonso X el Sabio le concedió el Fuero Real en 1256, amén de privilegios y ventajas para incrementar su población. En 1297 doña María de Molina, regente durante la minoría de su hijo Fernando, convocó a las Cortes de Castilla en Cuéllar. Enriquecida por el comercio de la lana que producía su tierra, la villa fue uno de los principales escenarios históricos de la Castilla del siglo XIV y la turbulencia política del siglo XV se manifestó aquí con fuerza, siendo continuos los cambios de señorío. Don Álvaro de Luna fue dos veces señor de Cuéllar y edificó una parte del castillo. Finalmente, en 1464 Enrique IV hizo señor de Cuéllar y su Tierra a don Beltrán de la Cueva, primer duque de Alburquerque, como compensación a su renuncia al maestrazgo de la Orden de Santiago. La casa de Alburquerque mantuvo Cuéllar hasta la abolición de los señoríos. El siglo XVI fue una época próspera. Varios cuellaranos participaron en la conquista de América, pero el personaje principal es don Beltrán de la Cueva, tercer duque de Alburquerque, una destacada figura de la corte de Carlos I, por quien peleó en la guerra de las Comunidades. Fue capitán general de Guipúzcoa y de Aragón y Cataluña, y virrey de Aragón y de Navarra, además de embajador español en la corte de Enrique VIII de Inglaterra. En el siglo XVII, con la gran crisis que asola Castilla, se inicia el declive de Cuéllar que todavía habría de acentuarse con la ocupación francesa durante la Guerra de la Independencia. A pesar de las adversidades, históricamente los cuellaranos han sido siempre gentes emprendedoras y hábiles negociantes, por lo que nunca perdió su posición de segunda población en importancia de la provincia de Segovia.
El patrimonio histórico-artístico de Cuéllar es tan rico y variado que apenas caben en estas páginas unas sencillas pistas para descubrirlo y disfrutarlo. Lo primero que llama la atención de cualquier viajero es la mole blanca del castillo-palacio de los duques de Alburquerque, situado en el extremo más alto de la población. Tiene planta trapezoidal con cubos en las esquinas. El patio de armas es uno de los máximos exponentes del Renacimiento segoviano. El castillo aprovecha parte de los muros defensivos levantados en el siglo XIII. Las murallas de Cuéllar forman dos recintos diferenciados. El primero o ciudadela une el castillo con los arcos de San Basilio, San Andrés, San Martín y Santiago. El segundo recinto o muralla de la ciudad parte de la zona del desaparecido arco de las Cuevas, desciende hasta la iglesia de San Pedro y cierra arropando el palacio de Santa Cruz y el hospital de la Magdalena. Resulta llamativo en el trazado de las murallas la situación de algunos ábsides integrados en los muros como si se tratara de cubos. De las numerosas parroquias que hubo se conserva un importante conjunto de iglesias mudéjares o de románico de ladrillo. Cuéllar es uno de los focos principales de este estilo, junto a Sahagún y Arévalo. Desde la villa se extendió a la Tierra y a otros territorios segovianos limítrofes. La iglesia de San Andrés es, posiblemente, el mejor exponente de este tipo de arquitectura en Segovia. Tiene planta basilical, con tres ábsides y tres naves. Sorprende la espectacular composición de la fachada occidental. La iglesia de San Esteban cerraba la muralla de la ciudadela en el extremo opuesto al castillo. También es de planta basilical, aunque en este caso las laterales son muy estrechas. Los sepulcros de la cabecera, con sus yeserías de inspiración árabe, se realizaron en el siglo XV y principios del XVI. Al otro lado de la explanada del castillo se alza la iglesia de San Martín. La distribución de los espacios se hace como como en San Andrés, aunque se ejecuta con mayor austeridad. Actualmente es la sede del Centro de Interpretación del Mudéjar, que introduce al visitante en el conocimiento de esta arquitectura mediante modernas técnicas audiovisuales. Aunque en distintos estados de reformas o abandono, también tienen elementos mudéjares las iglesias de El Salvador, San Miguel, Santa María de la Cuesta, Santiago, Santa Marina y el antiguo convento de la Trinidad. También hay buenos ejemplos de arte gótico en Cuéllar, tal como son la iglesia de San Pedro, con su curiosa cabecera fortaleza, la iglesia de San Miguel, junto a la Plaza Mayor, y la capilla del Hospital de la Magdalena, al norte del segundo recinto amurallado. Una parte fundamental del patrimonio cuellarano son sus conventos. El convento de Santa Clara fue fundado con anterioridad a 1244 y en él, como en la Concepción, todavía se desarrolla la vida religiosa de su comunidad. El edificio es de estilo gótico, como también lo es el convento de San Francisco, que albergó los sepulcros de los duques de Alburquerque. A ambos lados de San Francisco se encuentran dos fundaciones del siglo XVI: el convento de Santa Ana, de Terciarias Franciscanas, y el convento de la Concepción, cuya iglesia es una construcción barroca del siglo XVIII con planta de cruz latina. En las proximidades del lado sur de las murallas se encuentran las ruinas del convento de la Trinidad. Este convento, originalmente fundado en las cercanías del arroyo Cerquilla, se trasladó al arrabal en el siglo XVI, habilitando como templo una antigua iglesia mudéjar. La rica historia del lugar también se manifiesta en la arquitectura civil. Son frecuentes las casa blasonadas como las de los Velázquez del Puerco, los Velázquez Herrera o los Daza. El palacio de Pedro I recibe su nombre del rey castellano que protagonizó las famosas Bodas de Cuéllar: repudió a su mujer para casarse en Cuéllar con una hermosa viuda a la que abandonó la misma noche de bodas. El edificio conserva la portada románica e interesantes artesonados mudéjares. En la actualidad acoge el Vivero de Empresas municipal. A pesar de la sencillez de su arquitectura renacentista, un edificio clave para la historia de Cuéllar es el Estudio de Gramática y Arte, fundado en el siglo XV por Gómez González, quién también fundó el Hospital de la Magdalena y la cofradía homónima para el sostenimiento de ambas obras benéficas.
Los días 1 y 6 de enero se celebran las procesiones del Niño de la Bola, de gran raigambre. También son días destacados los de la Feria Comarcal, celebrada con solemnidad castellana, y la Feria Medieval Mudéjar, el penúltimo fin de semana de agosto. A medida que se acerca el último fin de semana de agosto, cuando se celebran las fiestas Nª. Sª. del Rosario, aumenta la actividad en el pueblo. La impaciencia en el rostro de sus vecinos delata el año de espera y entrenamiento para disfrutar de sus famosos encierros, los más antiguos de España. Se tiene noticia de que ya se corrían los toros en Cuéllar en el año 1200. En época de don Beltrán de la Cueva vuelve a quedar constancia documental y se alude a la “costumbre inmemorial de correr toros el día de San Juan”. Aunque cambiada la fecha, la fiesta y la tradición se mantienen con fuerza. Pero más allá de fiesta y tradición, los encierros de Cuéllar son pasión. Pasión de los jinetes que cabalgan por campos y pinares conduciendo a la manada con sus largas varas. Pasión de los corredores que se arriesgan delante de las astas puntiagudas de los toros en las calles estrechas. Pasión de una multitud que vibra, se emociona y comenta después, durante el tradicional almuerzo, cada uno de los detalles y lances de lo sucedido. Pasión contagiosa, por último, de los habitantes de esta vieja villa castellana que tienen en sus encierros su principal seña de identidad. El recorrido de los encierros parte de los toriles de La Corredera, junto al río Cega. Jinetes y caballos esperan impacientes. Apenas ha amanecido cuando salen los toros y se lanzan a la carrera a través del pinar. Tras atravesar la carretera de Cantalejo ascienden por campo abierto, componiendo toros y caballeros una magnífica estampa. Al rematar los cotarros se detiene la manada y la hueste aprovecha para reponer fuerzas. De nuevo se ponen en marcha para enfilar hacia la villa por un vallejo en el que se lanzan a la carrera. Al llegar al Embudo se retiran las caballerías y corren los toros detrás de los mozos por las calles de Cuéllar hasta llegar al coso. En las fiestas de San Miguel, patrón de la villa, se celebran los encierrillos. Pero, sin duda, la otra fiesta importante de Cuéllar es la romería de Nuestra Señora del Henar, patrona de la Villa y Tierra, que se tiene lugar el domingo anterior a San Mateo (entre el 14 y el 20 de septiembre). La víspera se hace el Rosario de las Antorchas, impresionante procesión nocturna que recorre las cercanías del santuario. Coincidiendo con la romería se celebra un mercado al que concurren gran número de comerciantes. Según la tradición, la imagen de la Virgen del Henar fue tallada en Antioquía en vida de los Apóstoles. La trajo a España San Geroteo, primer obispo de la diócesis de Segovia, depositándola en el antiguo pueblo de San Cristóbal del Henar. Los moros arrasaron el pueblo, pero los vecinos consiguieron ocultar la imagen en un cueva sellada con losas de piedra. Allí, junto a la Fuente del Cirio, la encontró un pastorcillo en 1580. Realmente, la imagen se ha fechado hacia el 1200, época en la que existía un pueblo llamado Santa María del Henar. Desaparecido el pueblo, en 1430 los lugareños seguían venerando
a la Virgen en su ermita, que se conservaba en mal estado. A partir del “descubrimiento”, la devoción comienza a tomar fuerza, pero no será hasta 1642 cuando den comienzo las obras para renovar el templo y la hospedería. Los milagros obrados por intercesión de la Virgen fueron numerosos y la devoción creció. Las obras continuaron durante el siglo XVIII configurando lo más importante del santuario que hoy conocemos. La iglesia presenta planta de cruz latina. Las bóvedas se adornan con tracerías barrocas, mientras que la cúpula fue pintada por José Micot. Adosada al sur se encuentra la sacristía, con su impresionante cajonera barroca. Desde ella se sube al camarín, donde se atiende a la imagen. En el lado norte se encuentra la sala de exvotos, hoy convertida en pequeño museo. Desde los pies de la nave se accede al convento de los carmelitas, ordenado en torno a un luminoso claustro. Su construcción comenzó en 1799 para albergar la vivienda del administrador y otras dependencias del santuario. Los carmelitas se hicieron cargo de él en 1924.
En el término municipal de Cuéllar se concentra una amplia representación de los ecosistemas más importantes de la zona, desde el páramo a las riberas del Cega. La Senda de los Pescadores, que se inicia en el Puente Segoviano, permite acceder a este paraje, uno de los reductos botánicos más importantes de la provincia. El río se sumerge en las arenas produciendo tajos de 20 a 60 metros de altura. En las laderas de umbría, entre las arcillas y las margas sobre las que se asienta el arenal, emergen manantiales que rocían la pendiente. En las orillas se concentra un bosque de sorpresas para cualquier amante de la naturaleza. Gracias a la humedad constante y a la protección de los taludes que lo bordean, se han conservado algunos de los relictos vegetales que cubrieron la zona hace miles de años. Abedules, álamos temblones, avellanos, helechos e incluso algún pino de Valsaín se congregan en las laderas umbrías ofreciendo un paisaje inusitado en estas altitudes. El regreso se realiza por el pinar. La diferencia de temperatura entre una zona y otra se hace tangible en cualquier época del año. El silencio se rompe por el tintineo de las hojas al rozar el viento y el canto característico de arrendajos y rabilargos. El pino resinero domina el paisaje aunque su importancia decrece a media que el pinar se aproxima a la provincia de Valladolid, donde es sustituido por el piñonero. Un camino junto al Santuario del Henar, el corazón espiritual de la Tierra de Cuéllar, permite disfrutar del alma de este bosque al resguardo de las copas aparasoladas de los pinos piñoneros. Próxima a la carretera que une Cuéllar con Cantalejo, en el paraje de la Vega, se encuentra la laguna del Espadañal. Los arroyos Cerquilla y Pradillos le tributan sus aguas aumentando la zona inundada que cubre la depresión sobre la que se asienta. Las espadañas bordean la laguna ofreciendo refugio a fochas, ánades reales, zampullines y otras aves acuáticas. El azul de cielo se refleja en sus aguas calmadas sobre las que flotan espigas de agua ofreciendo una exhibición de colores y contraste.
Sobre el río Botijas, desde el páramo a la vega, se derrama el caserío de Cuevas de Provanco. Se encuentra muy próximo al límite de las provincias de Valladolid y Burgos, lo que le convierte en un confín de la comarca y de la provincia. Calles empinadas y estrechas que zigzaguean en la ladera trepando hacia el páramo. En la parte superior se alzan los restos de una torre medieval estratégicamente situada.
Sus vecinos se dedican principalmente a la agricultura y la ganadería ovina. Campos de cereal en el páramo, remolachas y huertas familiares en la vega y los viñedos en las laderas son los cultivos más importantes. El cultivo de la vid y la producción del vino cuenta con gran arraigo entre sus gentes. Las cuevas pueblan la ladera sobre el caserío y junto a ellas se reúnen en los días de calor para merendar con un trago de vino. Hace unos años se ha puesto en marcha una bodega que produce un excelente vino de la tierra.
Caminando junto al río Botijas se descubren algunos de los muchos manantiales que le rinden sus aguas. En el paraje de Las Madres nace el río a borbotones en un humilde regazo calizo. Es uno de los paisajes más desconocidos de la geografía segoviana.
La iglesia de la Vera Cruz es de origen románico, reformada en el siglo XVI y posteriores. El retablo mayor, de estilo clasicista, ha sido adelantado de su posición original para permitir la visión de los frescos que decoran el ábside y que podrían datar del siglo XV. El artesonado y el coro son mudéjares. Las tablas dedicadas a San Pedro han permitido identificar a un pintor conocido como maestro de Cuevas de Provanco, un artista de principios del siglo XVI.
La fiesta mayor se celebra el 15 y 16 de agosto en honor de Ntra. Sra. de la Asunción y San Roque. El Patrocinio de María se festeja el fin de semana más próximo al 8 de noviembre.
A la entrada del pueblo una antigua fuente de aguas generosas invita a pasear por sus calles. Los verdes campos de cultivo contrastan con el blanco de sus piedras y arenas. La caliza adquiere un color gris blanquecino que se extiende a las fachadas de las casas. Junto a los campos se elevan pequeños cerros de superficie plana, testigos del cambio en el paisaje que han ocasionado las lluvias, el viento y otros agentes de la erosión. Este es el caso del cerro de Torrentillana, o Plato de Dehesa, uno de los miradores más espectaculares sobre la Tierra de Pinares segoviana, que vigila desde su altura el paso de la carretera que une Cantalejo y Cuéllar.
La parroquia compartía el nombre con el pueblo, que hasta el siglo XIII se llamó San Pedro de Dehesa. La iglesia de San Pedro es un templo tardorrománico de una nave y cabecera recta. El atrio protege una sencilla portada románica de arco doblado. Nada más entrar nos sorprende el coro mudéjar de bellísima factura, una obra excepcional. El arco triunfal es apuntado y doblado. Apoya en capiteles decorados con motivos vegetales sobre columnas adosadas. Su austeridad parece influencia de la arquitectura cisterciense. En los muros laterales de la cabecera se disponen dos arcos ciegos y entre ellos vuela un arco fajón que divide en dos la bóveda de cañón apuntado que cubre el presbiterio. El retablo mayor es una obra barroca de interés. Sus tres calles se separan con columnas salomónicas entre las que se disponen las imágenes de San Pedro, San Roque y San Sebastián. La sacristía fue construida a la par que la cabecera y también se cubre con bóveda de cañón apuntado.
La fiesta grande es San Roque, el día 16 de agosto. Vecinos, familiares y amigos se reúnen inundando con la alegría del reencuentro las estrechas calles blanquecinas.
Enclavado en las cercanías del arroyo Cerquilla, este pueblo es la frontera natural entre el páramo y el pinar. A su alrededor se extienden grandes llanuras con escasa vegetación, en la mayor parte de los casos roturadas para la producción de cereal, patata y remolacha. En aquellos lugares en los que las labores del campo ya han desaparecido, comienzan a aparecer tomillos, artemisas, botoneras y otras pequeñas plantas que soportan las extremas temperaturas a las que se ven sometidas. Muy cerca, al otro lado de la carretera, comienza el manto silíceo sobre el que se ha situado el pinar. En ocasiones afloran pequeñas lagunas que se convierten en grandes oasis para toda clase de aves como la cercana laguna del Espadañal.
Dehesa Mayor fue siempre, a pesar del nombre, un barrio de Dehesa. Parece ser que hasta finales del siglo XVI su nombre era San Mayor. Ambas Dehesas pertenecen al sexmo de Hontalbilla de la Tierra de Cuéllar y están en la actualidad anejadas al municipio de la villa.
Su edificio más destacable es la iglesia de San Juan Bautista, construida en mampostería con la piedra caliza blanquecina de estas tierras. Consta de una sola nave con cabecera recta. Sobre el muro de cierre de la nave se levanta la espadaña encima de la cual anidan las cigüeñas. Todo el conjunto es muy austero y ha sido muy renovado en una reciente restauración. Apenas cabe reseñar dos altarcillos barrocos dedicados a la Virgen del Rosario y a San José, y el retablo mayor, de la misma factura.
La fiesta grande es San Juan Bautista, celebrado el fin de semana más próximo al 24 de junio. También se celebra a San Isidro Labrador, el 15 de mayo.
Situado en un pequeño otero, Escarabajosa de Cuéllar cuenta con una panorámica privilegiada sobre el mar de pinares que cubre una gran extensión de la provincia de Segovia. Desde su iglesia la mirada se pierde en el horizonte. En la lejanía se distingue la torre de la iglesia de La Cuesta, al otro extremo de la comarca de Honorse-Tierra de Pinares.
Los pinares trepan hasta los páramos y, en primavera, el rojo intenso de las amapolas ofrece un espectacular contraste con sus lindes. Al llegar la noche, las estrellas cubren el cielo y se abre una ventana al firmamento. La lejanía de las luces de los pueblos no impide observar la Osa Mayor, la Osa Menor, Casiopea, la Vía Láctea y otras muchas constelaciones.
Escarabajosa es uno de los arrabales de la villa de Cuéllar y, como Torregutiérrez, su posición estratégica hace pensar que tenga un origen relacionado con la defensa de la villa. A la entrada del pueblo se yergue un crucero de piedra caliza blanca. El Cristo se representa con formas algo aplanadas. El nimbo cruciforme hace pensar que se trate de una obra del siglo XVI, como tantos otros cruceros similares a este que encontramos en los pueblos de la zona y que podrían proceder de un mismo taller. La iglesia de Santa María la Nueva es un edificio de gran sencillez. La cabecera poligonal ha de ser del siglo XVI. Estuvo cubierta por un artesonado mudéjar cuyos restos se han reaprovechado en la nueva armadura. Sobre el muro de cierre de la nave se alza la espadaña de sillería. La vida de este pequeño pueblo está unida a la agricultura y la ganadería. Así se refleja en la celebración de San Isidro Labrador, el 15 de mayo, una de sus fiestas principales. El día 8 de septiembre tiene lugar la celebración de Nuestra Señora La Nueva, su otra fiesta patronal.
Este barrio de Laguna de Contreras se sitúa en las proximidades de la vega del Duratón. Sus aguas bajan calmadas en su último tramo por la provincia de Segovia, que abandona a pocos kilómetros de aquí. A su orilla crece vegetación abundante con carrizos y espadañas que sirven de refugio a truchas y barbos. La tradición truchera del río se mantiene en la actualidad. Muy próxima al pueblo se ha construido una piscifactoria en la que niños y mayores aprenden a pescar tan delicioso manjar. Al otro extremo del pueblo el paisaje cambia. Apenas hay vegetación que interrumpa la mirada en estas laderas pedregosas de excelente pasto para las ovejas. Bajo el manto calizo que tapiza las laderas se encuentran vetas de yeso que se extraen en una mina desde hace varios años.
La iglesia de Santa María Magdalena es un templo singular, de pequeño tamaño y origen románico. Sufrió una reforma radical y la fábrica medieval se incorporó a los muros actuales. El acceso se hace desde los pies de la nave a través de una portada románica, seguramente redispuesta. La nave se divide en dos mediante un arco fajón de piedra. Las dos partes se cubren con bóveda de arista. El arco triunfal es de medio punto, muy sólido y bajo. La cabecera es recta y se cubre también con bóveda de arista. Un arco abocelado sobre capiteles románicos ocupa el testero en el que se dispone el retablo mayor con la imagen de la titular. En la nave se conserva un interesante retablo clasicista con cinco tablas pintadas distribuidas en torno a la imagen de San Gregorio. Las pinturas son de mediados del siglo XVI y se atribuyen al Maestro de Maello y a Gabriel Sosa.
Aunque su fiesta mayor es San Gregorio, el 9 de mayo, los festejos se han trasladado a su otra fiesta patronal, la Magdalena, que se celebra el fin de semana más cercano al 22 de julio.
El río Pirón se adentra en estas tierras junto al arroyo Malucas y se trasforma en una línea natural que delimita las frescas huertas de hortalizas de los pinares y arenales, de los cuales aún se recogen ricos piñones. La silueta del molino de Alvarado permanece altanera junto al Pirón, a escasos metros de donde le rinde sus aguas el Malucas. Sauces y chopos pueblan la ribera ofreciendo un paisaje algo diferente al que su nombre hace suponer, heredado posiblemente de la existencia de fresnedas a ambos márgenes de sus ríos.
Fresneda es un pueblo de la tierra de Cuéllar, sexmo de La Mata, situado en el límite con la comunidad de Villa y Tierra de Íscar. En el valle del Pirón, junto al molino del Alvarado, apareció hace unos años un conjunto de objetos litúrgicos de época visigoda fechado en el siglo VII y compuesto de tres jarritos, una patena y un trípode.
En el caserío, como en tantos otros pueblos de la zona, sólo resaltan los edificios del ayuntamiento y de la iglesia. En el primero se guarda en perfecto funcionamiento un reloj cuya maquinaria centenaria es réplica en pequeño, dicen, del de la Puerta del Sol de Madrid. La cabecera de la iglesia de la Visitación se cubre con una bóveda barroca rebajada del siglo XVIII. El retablo mayor es también barroco, completamente dorado, y se dispone en él un bajorrelieve de la Visitación del siglo XVI. La pila bautismal es románica. En una cotarra cercana se levanta la ermita del Humilladero, construida siglo pasado. Merece la pena subir para disfrutar de las vistas.
El dos de julio se inician los festejos en honor de Nuestra Señora de la Visitación con un completo cartel cultural. El Fresne Rock es el inicio de la fiesta. En este festival se congregan varios grupos de rock que amenizan la noche con nueve horas de música ininterrumpida.
Bañado por el arroyo Cerquilla, Frumales se encuentra en el límite del páramo con la Tierra de Pinares. Campos de secano, cultivos de regadío y pinares coexisten en su término municipal dando lugar a distintos usos de la tierra. Presidiendo la entrada a la iglesia se conserva el tronco de la vieja olma bajo cuya sombra se daban cita jóvenes y mayores en los calurosos días veraniegos. Siguiendo el arroyo del Valle de los Hornillos, un antiguo camino se adentra en el páramo para finalizar en Olombrada. Pequeñas huertas se extienden en la vega, sustituidas en ocasiones por campos de cultivo. A ambos lados se levantan crestas calizas salpicadas de encinas y almendros.
Frumales es un pueblo del sexmo de Hontalbilla, de la comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar. En el siglo XII, antes de pertenecer a ella, fue una de las aldeas del señorío de Perosillo.
Ya era de la Tierra de Cuéllar cuando en el siglo XIII se inició la construcción de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. De esta época es el presbiterio y la capilla lateral que remata la nave sur, aunque esta debe ser obra del siglo XVII. En el exterior de la cabecera se conserva el único vano románico, una pequeña aspillera enmarcada por un arco doblado sobre capiteles de tosca decoración y columnillas. El arco triunfal es apuntado y doblado. En uno de los capiteles se representa la escena de la adoración de los Reyes Magos. La cabecera se cubre con bóveda de medio cañón apuntada dividida en dos tramos por un arco fajón. El retablo mayor es barroco, fechado en el siglo XVII. En el museo de la catedral de Segovia se conserva un retablo procedente de Frumales con pinturas del maestro de Valseca.
La fiesta más importante se celebra en honor de Ntra. Sra. de la Asunción y san Roque, el 15 de agosto. En la primavera se festeja la Virgen de la Aldehuela, el primer domingo de mayo.
El pueblo se sitúa en un llano, en la frontera entre el pinar y el páramo. Los campos de cereal bordean el límite del pinar. Donde el suelo es más profundo y la humedad mayor se extienden plantaciones de fresas en las que crece la planta que luego dará su fruto en lugares más cálidos al sur de Andalucía. La recogida de la planta de la fresa trae al pueblo a los temporeros rompiendo la monotonía de sus calles. Algunos de ellos han hecho de éste su nuevo hogar. El arroyo de las Revillas lo cruza y junto a él se asientan pequeñas huertas familiares que alegran el camino al visitante. Sobre el arroyo cruza un puente medieval construido en piedra. Tiene tres ojos separados por tajamares apuntados. Junto a él se encuentra el pozo del Cubillo, con paredes fabricadas en sillería.
La iglesia de San Pedro es un templo románico que responde al mismo esquema visto en la iglesia de San Miguel de Bernuy. Aquí, aunque las dimensiones son más modestas, se conserva también el volumen de la nave con su cornisa de canecillos. La cabecera de la iglesia es una torre de dos cuerpos construida sobre planta cuadrada. El arco triunfal es apuntado y doblado. Apoya sobre columnas con grandes capiteles decorados. En el siglo XVI se amplió la nave y se añadió la portada de arquivoltas enmarcadas en un alfiz. En el interior, dos esbeltos arcos formeros comunican la nave sur con la principal. Esta última se cubre con artesonado mudéjar. De la misma época es el coro de madera labrada. El retablo mayor es barroco, dorado y de tres calles. Por la forma, al igual que en San Miguel, hay que pensar que el interior de la cabecera es un hemiciclo. En la sacristía se conserva una gran cajonera bellamente labrada.
La fiesta mayor y más multitudinaria es el 15 de Agosto, Ntra. Sra. de la Asunción. El 22 de febrero se festeja a San Pedro en Cátedra.
La tradición pinariega de sus vecinos sigue arraigada en su vida cotidiana. Los resineros mantienen vivo este oficio que resurge con nuevas técnicas y mayores ilusiones. Las caras frescas y recién abiertas son un aliento para estos bosques que vieron mermar su importancia con el abandono de la resinación a finales de los años setenta. Árboles como los de los pinares de Fuente El Olmo son de los más productivos del mundo: Un pie puede producir 3,5 kg. de miera en cada campaña. El cuidado del pinar es algo inherente a sus gentes como demuestra el Pino de las Apuestas, uno de los árboles de singular importancia de Castilla y León. Con un diámetro de casi dos metros ha sido origen de apuestas continuas entre los jóvenes del pueblo que aseguraban poder abrazarlo. Después de más de doscientos años de vida, una parte de su tronco se ha visto afectada por una nevada.
La cañada real Leonesa Oriental pasa por el pueblo en su largo recorrido hacia tierras extremeñas. La luz del atardecer resalta la sencilla belleza de la espadaña de la iglesia de San Cristóbal. Es un templo humilde, construido en el siglo XVIII. Su nave se cubre con bóveda de lunetos y el presbiterio con una simple bóveda de arista. Junto a la sacristía se ha creado un pequeño y cuidado museo parroquial que conserva las piezas más señaladas del culto litúrgico. A las afueras del pueblo hay un interesante parque etnográfico en el que se exponen aperos, objetos y primitivas máquinas para el trabajo del campo y del pinar. Llama la atención una vieja bomba de agua fabricada en París, que se usaba para apagar incendios en el pinar.
La semana cultural precede a la celebración de su fiesta mayor, Ntra. Sra. de la Asunción (15 de agosto). Otras fiestas importantes son Santa Agueda, San José y San Isidro Labrador.
La llanura sobre la que se asienta el pueblo ha permitido el desarrollo de una importante agricultura de secano y regadío. El arraigo de sus gentes a la tierra y su inquietud por aquellos paisajes menos conocidos están en el origen de del parque temático de lo “Ecosistemas Segovianos”. Aquí se recogen los paisajes más representativos, desde las cumbres de la Sierra, hasta los campos de cultivo y los bosques de ribera. Un camino próximo conduce a la laguna de Llosa junto a la que hay una zona recreativa. El carrizo y los juncos que la circundan dan refugio a fochas y ánades reales. A pocos kilómetros se distinguen las ruinas de la ermita de San Gregorio, junto a la que se encuentran el manantial del mismo nombre. Ya al final del camino, en uno de los puntos más altos de la zona, se levantan los viejos muros de la ermita de San Cebrián.
En un recorrido de sus calles nos podemos encontrar pequeñas miniaturas de algunos de los edificios más importantes de Segovia como el Alcázar o el Acueducto. Recientemente se ha rehabilitado el ayuntamiento y se ha desmontado el depósito de agua para recuperar el viejo pozo en torno al cual, según la tradición local, se fundó el lugar en tiempos de don Pelayo. La historia de la villa de Fuentepelayo, al margen de las tradiciones legendarias sobre su fundación, está ligada al obispado de Segovia, al que perteneció según donación que hizo Alfonso VIII en 1181. A mediados del siglo XIX, la vicaría de Fuentepelayo tenía bajo su jurisdicción doce parroquias matrices, cuatro anejos y once ermitas y santuarios, repartidos en catorce poblaciones.
La iglesia de Santa María es un templo monumental, de los más interesantes de la provincia. De su origen románico conserva el ábside, la torre, y la portada y las arquerías de la sacristía, que podrían corresponderse con la primitiva galería porticada. El arco triunfal, doblado y sobre capiteles decorados, da paso a cabecera cuyo tramo recto se cubre con bóveda de medio punto y el ábside con bóveda de horno. A finales del siglo XV se hace la portada del muro sur, de estilo isabelino y presidida por una imagen de la Virgen cien años posterior. En el siglo XVI se acomete la gran reforma en la que se hacen de nuevo las tres naves, cubiertas con bóvedas de crucería al gusto del gótico tardío. El coro se levanta sobre arcos escarzanos. También es gótico y se extiende a lo ancho de las tres naves, generando un sotocoro dividido en tres espacios cubiertos también con bóvedas de crucería con claves decoradas que recogen un amplio repertorio de motivos entre los que se distinguen los alusivos a la Pasión. La portada de la nave norte es renacentista, estilo que en nuestra tierra convive con el gótico tardío. Entre su profusa decoración parece leerse la fecha de 1522. También es muy interesante el conjunto de retablos e imágenes. Destaca el altorrelieve del Llanto sobre el Cristo Muerto, obra de 1588 realizada por Pedro Bolduque, artista afincado en Cuéllar. La iglesia de El Salvador es un templo del siglo XVI, con cabecera poligonal cubierta con bóvedas de crucería. La nave principal se cubre con un magnífico artesonado mudéjar del siglo XVI, al que una reciente restauración le ha devuelto todo su esplendor.
El primer fin de semana de marzo se celebra la Feria de El Ángel, que reúne a decenas de expositores que traen mercancías de todo tipo, entre las que destacan la maquinaria agrícola y los productos gastronómicos de la tierra. Coincidiendo con ella se celebra la Feria del Caballo, muestra en la que se exhiben para su venta los más bellos ejemplares. El tercer fin de semana de agosto se realiza la fiesta de la Asunción, una de las más importantes del año. Antaño se cantaban saetas en honor a la Virgen. La Octava del Corpus es otra de las fiestas de mayor arraigo en el pueblo y se vive con una especial devoción. Los jóvenes danzantes esperan impacientes a la puerta de la iglesia para acompañar la procesión con sus danzas y paloteos al son de la dulzaina y el tamboril.
La llanura sobre la que se asienta el pueblo esta surcada por el arroyo Cerquilla, el curso fluvial más importante que atraviesa estos páramos.
El cultivo de cereal y la ganadería de porcino y vacuno son los principales medios de vida de sus vecinos. En contraste con lo tradicional, la energía del sol es ahora recogida en potentes paneles solares que producen energía eléctrica.
Fuentepiñel pertenece a la comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña. En la plaza de la ermita de Santa Brígida se sitúa el monumento al Pueblo Castellano. Muy cerca, manando bajo el suelo de la ermita y arropada en un arco de herradura, se halla la fuente que dio nombre al pueblo y junto a la que se asentaba la Venta Piñel. La ermita es un templo muy humilde, de planta rectangular con la cubierta deteriorada. Se accede a través de un arco de medio punto y en el interior se conserva un altarcillo barroco con la imagen de la santa. La iglesia de San Nicolás tiene dos naves rematadas por cabeceras rectas de origen románico. El templo actual es fruto de las sucesivas reformas y restauraciones. Se accede a través de una portada del siglo XVII. El tramo recto del presbiterio se cubre con bóveda de cañón y el altar mayor, barroco, ocupa el resto de la capilla mayor. La capilla lateral se cubre con bóveda de medio cañón de sillería muy tosca. En el coro se halla el gran órgano barroco que perteneciera al monasterio franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz. Entre el pueblo y la ermita de San Roque, situada en lo alto de un cerro, se extiende el Calvario de cruces de piedra.
Las fiestas más importantes son San Nicolás de Bari, el 6 de diciembre, y San Nicolás Tolentino el 10 de septiembre. La noche del 31 de enero los vecinos se reúnen junto a la ermita de Santa Brígida donde cenan junto al calor de una hoguera.
En el paisaje de su entorno predomina el pinar que cubre gran parte del municipio, aunque su continuidad se ve limitada por el afloramiento calizo que, a pocos kilómetros, da origen a las Hoces del Duratón. Sabinas y enebros de la miera junto a tomillos y espliegos, cubren las lastras calizas entre las que corretean los conejos. En los límites del pinar alternan matas de rebollos testimonio de la vegetación ancestral a la cuál hace referencia su nombre. El manantial de Cubo Terreña, en lo alto de un cerro, es uno de los lugares más recoletos de este término tan pinariego. Varias lagunas como la del Herrero, de San Roque, de las Cerradas y de Zorreras entre otras, emergen entre el pinar ofreciendo resguardo a las fochas que anidan en sus orillas. Cuenta en el pueblo que antaño manaban aquí treinta fuentes que se han ido secando. Deliciosos nícalos crecen por doquier con la llegada del otoño.
La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es el edificio más importante del pueblo. Consta de una sola nave con el presbiterio incorporado al mismo volumen. Ambos espacios comparten la bóveda de amplios lunetos que les cubre y que fue levantada en el siglo XVIII. En la parte posterior se alza el coro y, sobre él se dispone el gran órgano de tubos, mudo desde hace unas décadas. Por el sotocoro se accede a la escalera del campanario pasando junto a la pila bautismal románica. En el lado norte de la nave, dos arcos formeros dan paso a una capilla lateral. A las afueras de la población se encuentra la ermita de San Roque, recientemente reconstruida. Caminando hacia ella encontramos también el lavadero con su gran pórtico de piedra.
Sus fiestas patronales se celebran en honor a la Virgen del Rosario, el primer domingo de octubre, y a San Antonio, el 13 de junio.
Sobre un pequeño promontorio en el extremo norte de la comarca se divisa la silueta del caserío de Fuentes de Cuéllar. El páramo sobre el que se asienta está formado por margas y yesos sobre los que se sitúa una cubierta caliza de tonos grises. Este tipo de suelo permite la circulación de corrientes de agua que afloran en forma de manantiales. Una fuente de aguas abundantes se sitúa junto al antiguo lavadero en una zona que antaño estuvo cultivadas de frondosas huertas. Aunque actualmente los campos de secano son los más abundantes, en el pasado las viñas se esparcían por el páramo junto a las bodegas.
Actualmente, Fuentes es un barrio incorporado a Cuéllar, aunque hasta hace unas décadas era lugar con ayuntamiento propio perteneciente al sexmo de Hontalbilla de la Tierra de Cuéllar.
La iglesia de San Juan Bautista ofrece al visitante un aspecto exterior imponente, con sus recios contrafuertes y su torre almenada. La cabecera es de estilo románico y en su cornisa se conservan canecillos decorados. En la gran reforma que se acometió en el siglo XVI se entrecruzan los dos estilos predominantes en aquella época: el renacimiento y el gótico postmedieval. La estilización de las bóvedas de crucería contrasta con la austeridad de la portada renacentista que se abre en el muro sur. En ella, el arco de medio punto de la puerta queda enmarcado por columnas adosadas que sostienen un friso y, sobre este, se abre la hornacina en la que se aloja la imagen del santo titular.
El penúltimo domingo de agosto se celebra a su patrón, San Juan Bautista o San Juan Degollado, como se le conoce popularmente. Llegado el mes de mayo los mozos plantan en la plaza el “mayo”, un pino de tronco recto y considerable longitud que compite en altura con la vecina parroquia.
En el interior de una tierra árida como es la Tierra de Pinares segoviana, sorprende el conjunto de manantiales que riegan las calles y plazas de Fuentesaúco. La Fuente de Los Tres Arcos, en la plaza Mayor, emerge debajo de una peña caliza. De este agua se abastece la fuente de los Cuatro Caños que rinde sus aguas a los lavaderos. La plaza está presidida por el tronco de un olmo de grandes dimensiones, el Olmo de Carrabilla, totalmente cubierto por una hiedra que se esfuerza en ocultar todo indicio de este árbol.
La iglesia de Santo Domingo de Silos, el principal edificio del pueblo, es un templo de buen tamaño construido en estilo gótico postmedieval. Originariamente hubo una iglesia románica de la que sólo queda la portada del muro norte. Del gótico se conservan sin reformar la capilla mayor y la capilla del lado del Evangelio, cubiertas con bóvedas de crucería reforzadas con poderosos contrafuertes exteriores. El retablo mayor es barroco, de tres calles y, en cada una de ellas, un cuerpo con ático sobre bancada de obra. Se hizo y se doró en los años 1670 y 1671. La imagen del santo titular ocupa la hornacina sobre el expositor, mientras que en las calles laterales hay dos lienzos dedicados a San Miguel y a San Gregorio Hostiense. En el coro se conserva el órgano de tubos, de estilo barroco y muy ornamentado. En un pilar que separa la nave sur de la principal hay un Calvario, bajorrelieve labrado en alabastro de finales del siglo XV.
El primer domingo de julio, se celebran numerosos festejos acompañados de música y alegría en honor de la Virgen del Rosario y San Eusebio. La fiesta menor es el 20 de diciembre, Santo Domingo de Silos. El 21 de junio se conmemora el milagro de la Virgen de la Olma. Danzantes y dulzainas encabezan la procesión hasta el paraje del mismo nombre.
El agua mana a raudales a lo largo de la ladera sobre la que se esparce su caserío. Bajo una peña caliza, en un extremo del pueblo, brota un manantial de aguas abundantes que lo atraviesa. La torre de la iglesia de San Gregorio, consolidada recientemente, ofrece una magnífica panorámica sobre la población y el valle junto al que se sitúa. Lo que queda es una cabecera románica recta cubierta con bóveda de cañón apuntada y los restos de la torre adosada al sur. La influencia cisterciense es patente. Es muy interesante el conjunto de estelas discoidales medievales que se esparcen por el cementerio. El pueblo es recoleto, plagado de jardincillos muy cuidados. La iglesia de San Pedro es un templo neoclásico, construido durante el reinado de Carlos III, según consta en el dintel de una ventana. La nave se cubre con bóvedas de lunetos adornadas por tracerías muy sencillas. El presbiterio, de planta elíptica al interior, se cubre con bóveda de horno. En una capilla lateral se encuentran la pila bautismal y el retablo de San Antonio de Padua. Siguiendo la vega, aguas abajo, llegamos a la ermita de San Vicente, uno de los edificios románicos más interesantes de la Tierra de Fuentidueña. A su alrededor abundan chopos, majuelos, endrinos y frutales de antiguas huertas. Junto a ella se encontraba el despoblado de San Vicente de Pospozuelo. El canto de ruiseñores, oropéndolas y pinzones acompañan al caminante hasta Peña Colgada, un rincón de gran belleza.
El segundo fin de semana de agosto el pueblo se ilumina con centenares de velas que alumbran el camino hasta la Ermita de San Vicente desde la que parte la Procesión de los Faroles con la imagen del santo al frente. El fin de semana más cercano al 29 de junio se celebra San Pedro Apóstol.
A la vera del Duratón, sobre las peñas calizas, se asienta la villa medieval de Fuentidueña. A sus pies, el valle se abre tras discurrir escoltado por grandes paredones calizos en el embalse de las Vencías. Desde el pueblo, siguiendo un camino que parte de la Fuente del Hierro, de aguas cárdenas, se accede a la Serranilla, junto al embalse. El camino continua hasta San Miguel de Bernuy siguiendo elcañón por el páramo y ofrece excepcionales panorámicas. Cuevas y galerías discurren por la roca en un laberinto de túneles que en ocasiones emergen al cañón en grandes bocas. Este es el caso de la Cuevona que quedo al descubierto cuando sacaban piedra y arena para la construcción de la presa. Aguas abajo, las hoces dan paso a una amplia vega donde proliferan choperas y huertas. El agua que se filtra por las fisuras de la roca se acumula en profundidad emergiendo al exterior por manantiales como la fuente del Salidero. Tal es el caudal de sus múltiples surtidores que en pocos metros llega a ser un río. En su corto recorrido hasta el Duratón donde desemboca, abastece a una piscifactoria en la que se crían excelentes y sabrosas truchas. Hace unos años parte de su torrente se canalizó para abastecer a varios pueblos de la comarca de la Churrería, que comprende varias poblaciones de Segovia y Valladolid. Otro de los rincones más sorprendentes de este lugar se encuentra en el Cerro de San Blas, que recibe este nombre de la ermita que aquí se levantaba. Hasta él se accede por un camino que parte de la vega del Duratón y asciende por una empinada ladera hacia una mata de quejigos. Entre ramas y arbustos algún corzo sorprendido se puede cruzar en el camino. Un sendero sube hasta el punto más alto para disfrutar de una panorámica excepcional. El embalse de las Vencías al fondo del cañón del Duratón y coronando el roquedo los páramos.El pinar se extiende hacia el horizonte arropado por una suave bruma con la silueta de la sierra al fondo. Al llegar la noche las luces de los pueblos se confunden con veleros navegando a la deriva en el mar. El caserío de la Villa, como sencillamente se la conoce en la zona, ocupa la falda no demasiado abrupta de un cerro que cae hacia el Duratón. Lo pintoresco del emplazamiento hace que, a pesar de modernas construcciones poco agraciadas, las vistas de Fuentidueña sean magníficas y cautivadoras. Muy recomendables son las que podemos disfrutar desde el cerro de San Blas y desde la sinuosa carretera que conduce a Calabazas de Fuentidueña. Saliendo por el camino de los Valles y volviendo la mirada atrás, la vista de la muralla sobre los cortados calizos tiene algo de imagen bíblica.
De su historia se conocen algunos episodios destacados, como los que relatamos a continuación. A Fuentidueña vino gravemente enfermo el rey Alfonso VIII en 1204. Años más tarde, tras vencer en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) volvió a la villa en la que encontraba solaz y descanso. También vino dos veces a Fuentidueña Alfonso X el Sabio, primero en 1250 y después en 1279. En el siglo XIV pierde su condición de realengo y en 1440 pasó Álvaro de Luna se convirtió en señor de Fuentidueña, título que pasaría a su hijo natural, Pedro de Luna. Sus sucesores fueron heredando el señorío y, a principios del siglo XVII, el rey Felipe III concedió a Antonio de Luna el título de conde de Fuentidueña. Un siglo después el título de Fuentidueña fue heredado por el conde de Montijo, quien mandó construir la impresionante capilla barroca del Pilar. En la actualidad, el título de condesa de Fuentidueña lo ostenta la duquesa de Alba. Pero lo más importante de la personalidad histórica del lugar le viene dado por ser cabeza de una comunidad de Villa y Tierra que engloba a veintiún pueblos. A principios del siglo XII compartía la cabeza de la zona con otros lugares como Sacramenia, Bernuy y Membibre, pero en el siglo XIII ya ejercía la hegemonía sobre su territorio.
Es un pueblo perteneciente, históricamente, al sexmo de Navalmanzano de la comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar. Su origen se remonta a la repoblación y reorganización de estas tierras en el siglo XII. Gómez Sarracín es el nombre de la persona que seguramente encabezó la fundación del lugar.
Su término municipal se encuentra dividido entre huertas de hortalizas y extensos pinares de pino resinero y piñonero. En sus campos de regadío se producen sabrosas hortalizas característica de la comarca de El Carracillo en la que se encuentra inmerso. Varios arroyos de aguas estacionales cruzan sus campos bordeando pinos, huertas y lagunas dispersas entre arenales. Desde el pueblo se puede caminar hasta el área recreativa de la Zamorana donde varias mesas y bancos permiten disfrutar de un tranquilo descanso a la sombra de tupidos pinos.
La iglesia de Santa María Magdalena es un templo de origen mudéjar, cuya primera construcción podría datarse en el siglo XIII. De este momento sobrevive la cabecera, a la que se accede a través de un arco triunfal apuntado, y una cornisa en el muro sur, con canes de ladrillo y dos frisos de esquinillas. En el siglo XVI, la cabecera se cubre con artesonado mudéjar de madera policromada en cuyo almizate (plano central) se dibujan dos estrellas. La pintura, con sencillos motivos florales, realza el conjunto. En el siglo XVIII se añadieron las tres naves cubiertas con bóvedas de lunetos. A la salida del pueblo se encuentra la ermita del Cristo del Humilladero.Delante se conserva un crucero marcado por el paso del tiempo.
Sus fiestas locales se celebran el día 13 de junio, San Antonio de Padua y el 22 de julio en honor a Santa María Magdalena, su patrona. En la semana cultural destaca la actuación de su grupo de teatro local, llamado Los Eriales.
Es el pueblo más alejado de los que vierten sus aguas al arroyo Cerquilla. La importancia del páramo decrece a medida que aumenta la cubierta silícea y con ella el pinar. No es extraño observar viñas junto a los caminos. En algunos casos el tamaño de los brazos de las vides puede superar los cuatro metros de longitud. En su límite con Lastras de Cuéllar se encuentra un conjunto de lagunas de gran interés biológico. El arroyo de Hontariegos riega el prado del mismo nombre en cuyas pastos pace el ganado vacuno. Hace unos años se reconstruyó la ermita de Hontariegos. El Santo Cristo que aquí se veneraba se conserva en la iglesia del pueblo. En la romería se trae en andas desde la parroquia. Hontariegos era, demás, una aldea que desapareció seguramente en la gran crisis demográfica que asoló Segovia en el siglo XVII.
Los vecinos llaman con orgullo “catedral de la Churrería” a la iglesia de San Pedro. Desde luego, es uno de los templos barrocos más importantes de la comarca. El exterior austero guarda un interior amplio y ameno, cubierto con bóvedas decoradas con tracerías. Sobre el transepto se levanta una cúpula sobre pechinas. En cada pechina se dispone un fresco ovalado con uno de los Evangelistas. También son interesantes el variado conjunto de retablos y de imágenes y la pila bautismal decorada con una curiosa combinación de hojas y dientes.
Las fiestas más importantes se celebran en honor de Ntra. Sra. de la Asunción y San Roque, el 15 y 16 de agosto. Se alternan actividades culturales y los festejos taurinos, entre los que destacan los encierros a caballo por el campo. Sus fiestas menores son la Catedra de San Pedro el fin de semana más próximo al 22 de febrero y la romería de Hontariegos el tercer domingo de mayo.
La Cuesta es la cabeza de un antiguo municipio perteneciente al sexmo de Posaderas de la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia, y hoy anejado al de Turégano. Los valles del río Pirón y del Río Viejo rodean el otero sobre el que se sitúa y desde el que se disfruta de unas magníficas vistas. La cercanía a la sierra ofrece un paisaje muy diferente al que se observa en otros pueblos de la comarca. Abundan los frescos prados cubiertos de un verde tapiz lleno de margaritas y campanillas. Los fresnos, entremezclados con los muros, rodean el prado sobre el que pastan las vacas. La poda continuada de sus ramas superiores, conocido de forma tradicional como desmochar, les confieren un aspecto característico. Sus hojas son un importante aporte nutritivo para el ganado durante los duros fríos invernales.
La iglesia de San Cristóbal es un templo románico posteriormente agrandado. La nave original se sustituyó por las tres actuales, aunque se conservan la portada y la cornisa con canecillos decorados. En el lado sur se añadió una capilla gótica cubierta con bóveda de crucería. La pila bautismal, decorada con gallones y cabecillas humanas, es del siglo XII y fue expuesta en la edición de las Edades del Hombre de 2003, celebrada en Segovia. El retablo mayor es de estilo renacentista, fechado a mediados del siglo XVI. Conserva pinturas del llamado Maestro de la Cuesta que, a pesar de su fecha, mantienen un claro sabor medieval.
El 25 de julio se celebra la fiesta en honor a Santiago Apóstol. Vecinos y amigos se reúnen en sus calles para celebrar su fiesta patronal. A principios del mismo mes se celebra la entrañable romería a la ermita de Santa Rosa, cuya milagrosa imagen se dispone en un retablo barroco dorado y policromado.
El arroyo de la Hoz llega al pueblo entre suaves laderas para rendir sus aguas al río Duratón. Las puertas de las bodegas, hasta ciento cincuenta, se distribuyen sobre las casas a la espera de que sus vecinos se junten al frescor de la cueva a paladear un vaso de vino y merendar. La vega esta poblada de sauces, chopos y fresnos cuyo verdor destaca en el paisaje blanquecino de las lastras. Un discreto quejigal cubre la ladera sur de El Monte, hacia el barranco de Colmenares, espesándose a medida que el camino se adentra en el valle. Un recorrido de ocho kilómetros permite disfrutar de este paraje para regresar al pueblo por el valle del Duratón, muy próximo al puente medieval que lo cruza.
Laguna perteneció desde el siglo XII al obispado de Segovia, donada por Alfonso VII. En el siglo XVI volvió a la corona y fue vendida por Felipe II a vecinos, pasando a ser villa con jurisdicción propia. La gran crisis del siglo XVII redujo el número de vecinos y los restantes se vieron abrumados por las deudas. Decidieron entonces ceder la jurisdicción a Antonio Manuel Contreras, conde de Cobatillas, a cambio de que este se hiciera cargo del pago de los préstamos. Los señoríos jurisdiccionales y los mayorazgos fueron suprimidos entre 1836 y 1837.
La iglesia de Ntra. Sª de la Asunción es un templo barroco. Nave y presbiterio se cubren con bóvedas de lunetos decoradas con tracerías. Junto a ella se levantan unas ruinas que se identifican con la capilla de la casa fortaleza de los obispos segovianos, posteriormente transformada en palacio de los condes de Cobatillas ya estaba en ruinas a mediados del siglo XIX.
La patrona del pueblo es Ntra. Sª. de la Asunción que se celebra junto con San Roque el 15 y 16 de agosto. El fin de semana más próximo al 20 de enero se festeja a San Sebastián.
Al paso del río Cega por su término encontramos algunos de los paisajes más espectaculares de esta Tierra de Pinares, como es el caso del entorno del Molino del Ladrón o de La Poza. La conocida dehesa de Los Porretales, perteneciente al término municipal de Cabezuela, pero gestionada por todos los vecinos de Lastras a través de una asociación, ofrece un paisaje de fresnos vigorosos que se esparcen por la pradera. Durante los inviernos lluviosos el agua se desboca corriendo entre los árboles. Muy cerca del pueblo se encuentra un sistema lagunar de gran interés. Las lagunas del Carrizal, de la Tenca (colmatada hace años) y de Lucía ofrecen un refugio para anátidas y otras aves que encuentran junto al carrizo un lugar idóneo para criar. En definitiva, un variado paisaje siempre rodeado del aroma del pino resinero. Todavía hoy humea la chimenea de la fábrica de resinas de la que se obtiene colofonia y aguarrás.
La iglesia de Santa María Magdalena es un templo de piedra y ladrillo construido con planta de cruz latina. El crucero se cubre con cúpula de gajos algo rebajada. Llama la atención en Lastras el gran número de bodegas tradicionales. Constan de dos pisos: en el superior se elabora el vino y en el inferior, excavado en el suelo, se fermenta y se conserva en cubas.
Sus fiestas principales son el 8 de septiembre, en honor de Nª. Sª. de la Natividad. Con especial cariño y devoción celebran sus vecinos la romería de la Virgen de Salcedón, el lunes de Pentecostés. Al son del paloteo y la música bajan los vecinos en romería hasta su pequeña ermita, donde los mayordomos de la Virgen la cuidarán hasta el año siguiente. Las pinturas del retablo de la Virgen son del Maestro de Salcedón, un pintor anónimo de la Escuela de Cuéllar de la segunda mitad del siglo XVI.
Una suave ladera caliza sirve de asentamiento a este barrio de Fuente el Olmo de Fuentidueña. A su alrededor se levantan cotarros calizos en los que se han encontrado importantes yacimientos paleontológicos que han permitido conocer cómo era el paisaje de la zona hace más de diez millones de años. Su apariencia era muy diferente a la actual ya que abundaban las charcas de tipo palustre y escasa profundidad rodeadas de fauna muy diversa y de rica vegetación. Un camino desciende entre estos cerros hasta el paraje de La Serranilla, en el embalse de las Vencías. Al otro extremo del pueblo, junto a la ermita de los Olmos, se abren en el cerro bodegas en las que los vecinos se reúnen y comparten un buen vaso de vino. Todavía se cultiva alguna viña en el término. La ermita resulta pintoresca por su situación y la disposición de las bodegas en torno a ella. Es un templo sencillo, de planta rectangular y que ha sido recientemente restaurado. Conserva un retablillo barroco con la imagen de la Virgen de los Olmos. En el caserío del pueblo queda en pie todavía alguna casa típica de la arquitectura tradicional de estas tierras.
Sobre los tejados sobresale la torre de la iglesia de Sta. Mª. Magdalena, que alberga en su cuerpo interior la cabecera. El arco triunfal es apuntado y el presbiterio se cubre con una bóveda de crucería gótica con forma de estrella. En el cuerpo de la iglesia tres columnas separan la nave principal de la lateral. El retablo mayor es barroco, mal restaurado, pero tiene tablas interesantes del siglo XVI atribuidas al pintor Gabriel de Cárdenas, máximo exponente de la escuela de Cuéllar.
La fiesta de Santa María Magdalena se celebra el 22 de julio. Sin embargo sus vecinos viven con más devoción la celebración de la Virgen de los Olmos, el 24 de septiembre.
Los páramos yermos y de escasa vegetación cubren parte de su término alternando con pequeñas llanuras de cultivo de cereal. Bajo las calizas del páramo se sitúan las margas, arcillas y yesos de tonos grises y verdosos que le confieren el aspecto blancuzco al paisaje. El olor a tomillo, mejorana y salvia se desprende con cada pisada. Las flores azules de la hierba de las siete sangrías se distinguen claramente del blanco de las arenas sobre las que se asienta. Su porte retorcido y envejecido pone de manifiesto la dificultad de vivir en estos terrenos tan inestables y escasos de agua, donde las temperaturas son muy extremas.
Junto a la carretera de Dehesa de Cuéllar se levanta el torreón de Santa María del Otero sobre un cerro cortado por dos vallejos que lo rodean buscando las bajuras del río Cega. A sus pies quedan los caseríos de Dehesa, Lovingos y Fuentes de Cuéllar. Al sur se aparecen la sierra de Guadarrama y Somosierra y, al este, la Serrezuela de Pradales. Las ruinas son lo que queda del despoblado de Santa María, antiguo barrio de Lovingos, donde se localizaron tumbas del siglo X. A la iglesia de San Esteban Protomártir se accede a través de un porche que se usa como capilla de invierno. Es un templo románico al que se le añade una cabecera barroca en el siglo XVIII, resultando una planta de cruz latina. De la iglesia medieval, el elemento más reconocible es la portada mudéjar de cuatro roscas. El transepto se cubre con una cúpula muy rebajada, mientras que el presbiterio y los brazos lo hacen con bóvedas de lunetos. El retablo mayor también es barroco, pero anterior a la cabecera. Por su forma podemos suponer que la cabecera románica se cubría con bóveda de medio cañón.
Sus fiestas principales se celebran el 13 de junio, en honor de San Antonio de Padua, y el 3 de agosto, en conmemoración de San Esteban.
La copa redondeada y aparasolada del pino piñonero resalta en el horizonte coronando las cotarras que bordean el pueblo. Los piñoneros subían a las copas de estos árboles para la recogida de las piñas que caían tras ser golpeadas con largas varas. En la actualidad se siguen recogiendo y de ellas se extraen deliciosos piñones, aunque los métodos se han modernizado, como demuestran algunas naves piñoneras que se encuentran junto al pueblo. A su alrededor se elevan pequeños cerros o cotarras, uno de los paisajes más característicos de esta parte de la provincia. Un agradable jardín junto al pueblo, realizado por sus vecinos, recoge varias de las especies vegetales más singulares de estos parajes. La senda “Al fondo del Mar” se adentra en el monte de la Fuente del Valle y nos conduce hasta un magnífico mirador desde el que se disfruta de la vista sobre el Mar de Pinares y la confluencia de los ríos Cega y Pirón. En la cotarra del Tesoro se han localizado cerámicas campaniformes puntas de flecha y hachas pulimentadas con cuatro milenios de antigüedad. También han aparecido en el término restos interesantes de épocas posteriores.
La iglesia parroquial de San Esteban es un templo del siglo pasado que no presenta ningún elemento arquitectónico de interés excepto dos escudos de armas reaprovechados y algunas imágenes antiguas entre las que sobresale la de San Esteban en cuya casulla se representa la escena de su martirio.
Su fiesta más importante se celebra el primer fin de semana de septiembre en honor a San Esteban. También se celebra en su fecha original, el 26 de diciembre ya que tiene gran arraigo entre los vecinos del pueblo.
Este pueblo soleado y tranquilo del páramo segoviano está rodeado de campos de cultivo que producen cereal y remolacha. Apenas se observan restos de adobes en sus viejas construcciones, predominando la caliza del páramo en muros y fachadas. En los pueblos de alrededor tenían gran fama los cacharreros de Moraleja cuyos pucheros, cazuelas y otros utensilios eran los más apreciados del contorno.
Un duro oficio que los alejaba de sus hogares durante varios meses dejando mermado el pueblo a la espera del ansiado regreso. Todavía es posible ver hoy algún rebaño de ovejas churras, que eran el ganado lanar que tradicionalmente se criaba en esta zona. Las bodegas, muchas de ellas abandonadas, se abren en lo alto del suave cerro por el que asciende el caserío. Junto a ellas, se levanta la iglesia de Santa María Magdalena, una advocación muy frecuente en toda la churrería. Es un viejo templo románico cuya estructura queda oculta por reformas barrocas. Consta de dos naves rematadas por cabeceras rectas y cubiertas con bóvedas de cañón apuntado. La portada de ingreso, oculta bajo enlucidos posteriores, es románica, de tres arquivoltas. La nave sur es más baja y su cabecera se ha convertido en sacristía. A los pies se encuentra la pila bautismal románica, decorada con gallones, y la puerta que da al cuarto de Ánimas. Junto al muro de la sacristía se alza el retablo de la Resurrección, cuyas pinturas son obra del maestro de Salcedón (Lastras de Cuéllar). Ambas naves se cubren con bóvedas barrocas adornadas con tracerías. El arco triunfal es apuntado y el presbiterio se cubre con bóveda de cañón apuntada, también decorada con tracerías. El retablo mayor, de tres calles, es de estilo barroco.
Su patrona es Sta. Mª. Magdalena, que se celebra el 22 de Julio. En pleno invierno, el 17 de enero, se festeja a San Antón.
El pueblo se acomoda entre la ladera y el valle al abrigo del viento y el clima extremo del páramo que lo rodea. La agricultura también se ha adaptado al la morfología del terreno, quedando las zonas altas y llanas para el cultivo del cereal y el fondo del valle para las huertas. El arroyo de la Hoz, del cual toma parte de su nombre, lo cruza en su recorrido hacia Aldeasoña. Nace muy próximo al pueblo, en la fuente de las Mingaduras. Poco a poco se va encajando en el valle calizo formando pequeños escarpes rocosos con cuestas tapizadas de tomillo, espliego y lavanda. Aún se conservan los muros del antiguo molino junto al que se encuentra la laguna de Valdelacueva, cubierta de espadañas y carrizo. Un antiguo camino permite adentrarse en el valle cubierto de rosales silvestres, zarzamoras y almendros para llegar a Aldeasoña tras cinco kilómetros de recorrido.
En lo más alto del caserío se encuentra la iglesia de San Martín. La cabecera es románica. En el ábside se abren tres aspilleras enarcadas separadas por dos columnas adosadas. La nave, muy alterada por las reformas, resulta difícil de datar. En todo caso, la portada de tres arquivoltas también es románica. En el interior, junto a la puerta, se encuentra el retablo renacentista de San Bernabé con cinco tablas del taller del maestro de Duruelo. En un lateral del barrio bajo se encuentra la ermita de la Virgen de Reoyo o de Revijo, como se la mencionaba en el siglo XIX. Es una construcción humilde. La cabecera recta se cubre con bóveda de medio cañón. Además de las ruinas de los molinos y un batán, son interesantes muestras de la arquitectura popular los palomares y las bodegas.
Las fiestas patronales se han trasladado de su fecha original al fin de semana más próximo. Así sucede con su patrona, la Virgen de Reoyo, el 8 de septiembre y San Martín de Tours el 11 de noviembre.
Es un lugar del sexmo de La Mata y hace unas décadas su término fue incorporado al municipio de Samboal. Los campos de puerros, ajos, cebollas y zanahorias se suceden en amplias fincas de laboreo entre las que se intercalan naves ganaderas. Todavía es posible distinguir algún rebaño de ovejas paciendo en los campos que rodean el pueblo. El arroyo Malucas, afluente del río Pirón, cruza su término municipal y pasa muy cerca del pueblo. La recarga del acuífero que abastece de agua a los campos de cultivo de regadío ha utilizado el cauce de este arroyo para recibir el trasvase del río Cega. La primera balsa se encuentra muy próxima al pueblo y junto a ella se puede realizar un agradable paseo cerca del río al abrigo de los pinos resineros.
La iglesia de la Inmaculada Concepción es un edificio barroco de buena arquitectura, construido en ladrillo y piedra enfoscada. A los pies de la nave se alza la monumental espadaña a la que se sube por una escalera de caracol que se desarrolla en un cuerpo cilíndrico adosado. Un arco triunfal muy bajo para la altura de la nave da paso a la cabecera que se cubre con una cúpula muy rebajada. La ermita de San Marcos está construida en lo alto de un cotarrillo con el que compone un paisaje abierto y de soledades. Conserva varios elementos de sus orígenes mudéjares, aunque fue intensamente reformada en 1863, según consta en una cartela. De las dos portadas de ladrillo, se conserva mejor la del lado norte, que consta de tres arquivoltas rematadas por un friso de esquinillas. La cabecera, más alta que la nave, se cubre con un espléndido artesonado del siglo XVI.
En plena primavera, el 25 de abril, sus vecinos se reúnen junto a la imagen de San Marcos para celebrar al santo. Sin embargo su fiesta más importante es a finales del otoño, el 8 de diciembre, en honor de la Purísima Concepción.
Navalilla pertenece al ochavo de Las Pedrizas y Valdenavares en la Tierra de Sepúlveda y su término, en el extremo noroccidental, es limítrofe con la Tierra de Fuentidueña. El pinar es el paisaje más representativo de este pueblo que toma su nombre de la nava u hondonada sobre la que se asienta. En el periodo de lluvias el agua se filtra entre las arenas y se acumula en balsas a escasa profundidad. Esto origina lagunas como la del Tiemblo, la Grande, Navazos, Zorreras y otras. Aprovechando los manantiales había una docena de norias en el pinar que, movidas por burros, aportaban agua suficiente para regar buenas huertas. La noria de Ricardo es una de ellas. Con la llegada del otoño las vides tiñen las hojas de rojo intenso esperando la corta de los sarmientos. En el pueblo se conserva un lagar tradicional en el que con trabajo y cariño, todavía se hace un buen vino cosechero. También están empezando a introducirse las técnicas de la moderna viticultura.
La iglesia de San Sebastián es un templo austero que enmarca la Plaza Mayor junto con el ayuntamiento. La puerta se abre en el lado sur y queda protegida por un porche tendido entre la sacristía y el baptisterio. Tiene una sola nave cubierta con bóveda de medio cañón. El arco triunfal da paso a la cabecera recta que también se cubre con bóveda de medio cañón. Los tres retablos que se conservan son de poco interés. Entre las imágenes tan sólo destaca la de San Sebastián, una talla del siglo XVII.
El patrón del pueblo es San Sebastián que se celebra el día 20 de enero. Con la llegada del verano las calles se llenan con el revuelo de los más pequeños a la espera de los festejos en honor de la Asunción de Nuestra Señora, el 15 y 16 de agosto.
Una suave hondonada en el terreno, o nava, da origen a la primera parte de su nombre. Estas depresiones favorecen la acumulación de agua generando zonas frescas y húmedas en las que se ha extendido el cultivo de hortalizas y otros regadíos. El arroyo Malucas transcurre junto al pueblo para unirse con el arroyo Polendos en la zona denominada Dos Aguas. Desde el otero de Santa Juliana se aprecia un paisaje ondulado, alternando campos de cultivo y pinares resineros. Desde aquí se puede llegar hasta el pueblo por el camino del Calvario, cruzando el Malucas por el Puentecanto, que a pesar de su aspecto medieval debió ser construido a finales del siglo XVIII.
La iglesia de los Santos Justo y Pastor responde a las características de los templos barrocos del siglo XVIII: aspecto exterior austero, planta de cruz latina, nave cubierta con bóveda de lunetos y cúpula sobre pechinas en el crucero. Un detalle de gran belleza es el caballo de hierro de la veleta, trabajo de forja típico de ese mismo siglo. La ermita de Santa Juliana conserva de su origen medieval la cabecera mudéjar de planta rectangular, un elemento poco frecuente. La imagen más antigua de las que aquí se veneran es una Virgen con el Niño de estilo gótico. La imagen de la santa titular es del siglo XVI y es obra de interés.
El segundo sábado de agosto se celebra San Roque, su fiesta grande. Por la noche los vecinos del pueblo suben hasta la ermita de este santo para besar el rabo y el pan del perro con la esperanza de repetir el rito al año siguiente. La ermita es un sencillo humilladero con un altar y la imagen del santo sobre una repisa. El día 6 de agosto celebran las fiestas en honor de los Santos Justo y Pastor. La romería de la Cruz de Mayo, el primer sábado del mes, y la celebración de San Cristóbal, el segundo fin de semana de julio, son las fiestas menores.
Este pequeño barrio de Valtiendas se asienta al nordeste de la comarca Honorse-Tierra de Pinares, ligeramente encajado en el valle del arroyo del Pozo. Cerca de sus aguas claras y frescas se extienden sombreadas choperas y pequeñas huertas. El contraste con los cerros calizos, de colores grises casi blancos, le otorgan un encanto especial al paisaje. La agricultura se basa principalmente en el cultivo de cereal. Algunas viñas en las laderas cercanas junto a las antiguas bodegas que rodean el pueblo, ponen de manifiesto la importancia vitivinícola que la zona tuvo en el pasado y que resurge ahora con nuevas tecnologías a través del Vino de Calidad de Valtiendas. Cerca del pueblo se encuentra la finca de Santa María de Cárdaba, donde se elabora un buen vino. Cárdaba es una de las granjas que pertenecieron al Coto de San Bernardo, aunque en el siglo X era un priorato dependiente de San Pedro de Arlanza. Allí todavía se conserva la ermita románica, una de las más primitivas de la zona. También es románica la iglesia de San Andrés, construida en lo alto de la suave cuesta que ocupa el pueblo. Consta de una sola nave y cabecera semicircular. La tosca torre campanario se levanta a los pies de la nave. Su mal estado no impide disfrutar de un repertorio muy interesante de canecillos y capiteles románicos, cuyos artífices trabajaron también en la cercana iglesia de San Miguel de Fuentidueña. El otro edificio de interés es la emita de Nuestra Señora del Prado, un templo sencillo de planta rectangular que alberga la imagen medieval de la patrona. Junto a la ermita los vecinos han acondicionado un área recreativa para disfrutar de su entorno, especialmente el último fin de semana de agosto en que celebran su fiesta más importanteen honor a la Virgen del Prado. El fin de semana próximo al 30 de noviembre se celebra San Andrés, su otra fiesta patronal.
Los campos de trigo y cebada circundan el pueblo alternando con regadíos y eriales. El arroyo de Las Olmedas, próximo al pueblo, recoge las aguas de manantiales como la fuente la Raja, de la que mana un reguero que perdura en el estío. Sobrevolando el páramo se distinguen buitres leonados y alimoches atentos al movimiento del cercano muladar. Por el camino que desciende a Frumales se llega a Tierra Bermeja y un poco más abajo a la fuente Bayurín de la que se dice tomaba el agua el palacio de Buengrado.
El término de Olombrada está en el extremo oriental del la comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar. Justo detrás del edificio del ayuntamiento se alza la iglesia de San Vicente. Es un edificio barroco con planta de cruz latina que vino a sustituir en el último tercio del siglo XVIII a la antigua iglesia románica de la que se conservan unos canes en el muro sur. El retablo mayor es de estilo barroco tardío y deja entrever en su arquitectura el gusto neoclásico. Incorpora algunos bajorrelieves del retablo anterior. El conjunto escultórico del Cristo de la Buena Muerte, de mediados del siglo XVI, es una obra destacable. Llama la atención la proliferación de cruces de piedra en el pueblo y su entorno más inmediato. La mayor parte de ellas se fechan entre el siglo XVI y el siglo XVIII. A parte de la devoción del Calvario, las cruces podían levantarse como conmemoración o por una determinada intención.
Sus fiestas patronales son en honor de Ntra. Sra. del Rosario, el primer domingo de octubre. Otra de sus fiestas tradicionales es la fiesta de Palas, el primer domingo de cuaresma. La procesión va hasta la Ermita de Ntra. Sra de los Olmos donde antiguamente se celebraba un mercado de aperos de labranza del que toma el nombre la celebración.
Los campos de cereal cubren la planicie sobre la que se asienta esta pequeña aldea. A la puerta de la iglesia, el tronco desnudo y gris de una olma se cubre de hiedra. En primavera, con la caída del sol, regresan las ovejas tras pastar en los páramos aprovechando los nuevos brotes. Al otro margen del arroyo Cerquilla, cruzando el paraje de las Revillas, se intuyen los muros del palacio Buengrado. La mirada se extiende al horizonte donde se distinguen los caseríos de Perosillo y Frumales. Perosillo fue durante la repoblación cabeza de un pequeño señorío que incluía también a las aldeas de Olombrada, Adrados y Frumales. A finales del siglo XII, el concejo de Cuéllar le compró este territorio al rey Alfonso VIII, quien a su vez se lo había cambiado a su anterior propietario por un soto. Desde entonces estuvo en la jurisdicción de Cuéllar, dentro del sexmo de Hontalbilla. Del palacio de Buengrado apenas quedan unos esquinazos de piedra blanquecina. Hay muy poca información sobre él. Parece ser que fue fundado por don Beltrán de la Cueva, señor de Cuéllar y primer duque de Alburquerque y que en él vivió la Beltraneja. En todo caso, en el siglo XIX Madoz se refería a él como un “edificio famoso en la historia de Segovia”. Quedaban en pie bóvedas, arcos, la cerca exterior, las caballerizas y la fuente, así como un estanque para la pesca. La iglesia de Santa María de Melgar no conserva ningún elemento en su arquitectura anterior al siglo XVI. De este momento son la torre, cuyo cuerpo inferior se cubre con una sencilla bóveda de crucería, y el arco triunfal, adornado con casetones. Entre sus imágenes, resulta muy impresionante la de San Juan niño degollado, una representación infantil en la que el santo aparece con la cabeza en una bandeja. Es el patrón del pueblo y se le celebra el 29 de agosto.
Su término es parte del sexmo de Navalmanzano de la Tierra de Cuéllar. Rodeando el pueblo se extienden campos de cultivo de regadío en los cuales se plantan remolachas y espárragos. Este tipo de cultivo se alterna con la agricultura de secano y la siembra de cereal. Sin embargo, la mayor parte de su término está cubierto por un pinar en el que predomina el pino negral o resinero, de aquí el nombre de Pinarejos. La agricultura y la ganadería han sobrevivido a la recolección de la miera. Cerca del pueblo se encuentran los restos de la vieja fábrica de resinas, junto a la que se halla la laguna de las Adoberas.
El tronco liso y grisáceo de una gigantesca olma indica el acceso a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Es un templo medieval de estilo románico mudéjar, con reformas significativas del los siglos XVII y XVIII. Consta de una nave rematada con cabecera recta, torre y galería porticada. La torre, adosada al lado norte, conserva su pintoresca cubierta original. La galería porticada es un elemento de gran interés, con sus arcos de ladrillo sobre capiteles decorados y columnas de piedra. En los recientes trabajos de restauración se han recuperado restos importantes de pinturas medievales en las caras interiores de los muros de la nave y en la cara del muro sur que da al atrio y a la sacristía. Las pinturas pertenecen a dos momentos distintos, románico y gótico. Se alternan murales de gran calidad con otros más populares. Entre los temas se reconocen escenas de guerra, un paisaje urbano, la Última Cena y una escena de tauromaquia, quizá la más antigua que se conoce en la provincia.
La Asunción de la Virgen se celebra el 15 de agosto. La tradición agrícola del pueblo se pone de manifiesto el 15 de mayo con la celebración de San Isidro. El fin de semana más cercano al 14 de septiembre se venera al Bendito Cristo del Humilladero.
No hace mucho tiempo, al llegar la recogida de hortalizas, los mercados de los pueblos se llenaban de gritos apasionados: ¡Hortalizas de Pinarnegrillo! Patatas, tomates y zanahorias crecían en las huertas que rodeaban el pueblo. Aunque esta actividad hoy ha decrecido su pasado hortelano no pasa desapercibido. Los restos de viejas norias con las que se sacaba el agua de los pozos que alimentaban las huertas se diseminan por doquier. Sin embargo, el propio nombre del pueblo hace suponer que en tiempos pasados el pino negral o resinero era el dueño de estos campos. Un enclave de Pinarnegrillo es el Temeroso del Otero, por donde transcurre una senda que parte del puente sobre el río Pirón en la carretera de Segovia a Cuéllar. Las vistas desde lo alto son realmente espléndidas.
La iglesia de San Nicolás de Bari es una construcción del siglo XVIII. Se trata de un templo modesto que da la impresión de seguir un proyecto más ambicioso que no se llegó a terminar. La pila bautismal es románica y se decora con gallones y un sogueado recorriendo la parte superior. En la ermita del Cristo del Penegral se venera esta sagrada imagen cuya advocación hace referencia al pino resinero o negral. Sólo se le saca en procesión en caso de peste o sequía.
El primer domingo de septiembre se celebra la Virgen del Rosario, seguida de la festividad de San Nicolás de Bari el 6 de diciembre. En el mes de las flores, el 3 de mayo se celebra el Cristo del Penegral y el 25 de julio Santa Isabel.
El aprovechamiento del pinar y su entorno ha transformado el paisaje de los pueblos de la comarca Tierra de Pinares. Remondo forma parte de El Carracillo y ha desarrollado su actividad entorno a las huertas de hortalizas fundamentalmente zanahoria, patata y puerro. El resultado es un paisaje suave y alomado cambiante según las estaciones y las rotaciones en los cultivos. Las zonas de pinares en las que se mezclan el pino negral y piñonero se han quedado relegadas a pequeñas manchas. El río Pirón discurre entre huertas y pinares muy próximo al pueblo, desde el que se accede por un camino.
Históricamente, es un pueblo de la comunidad de Villa y Tierra de Íscar. La espadaña de la iglesia de la Asunción preside el caserío. Es un buen ejemplo de este tipo de campanarios barrocos construidos en el siglo XVIII. De la misma época es el resto del templo. En el atrio que protege la entrada se conserva la pila bautismal románica, decorada con gallones que se rematan con arquillos de herradura. Se accede al templo a través de una sencilla puerta con arco de medio punto. La nave se cubre con bóveda de medio cañón y lunetos, decorada con complejas tracerías geométricas y vegetales. El presbiterio se cubre con cúpula sobre pechinas. El retablo mayor, barroco y de tres calles, queda enmarcado por un gran guardapolvo a modo de cortinajes. A las afueras se encuentra la ermita del Cristo del Humilladero, reconstruida a mediados del siglo XVIII. En ella se conserva un Cristo de factura popular en su retablillo barroco y una imagen vestida representando a Santa Águeda.
El 13 de junio se conmemora a San Antonio de Padua, la fiesta más importante. También se celebra la Asunción de la Virgen el 15 de agosto, Santa Águeda, a principios de febrero, y la Cruz de Mayo.
Sobre la vega del río Sacramenia, tributario del Duratón, con el que se encuentra a pocos kilómetros de aquí, se asienta el pueblo del mismo nombre. Las casas escalan por la ladera que culmina con la silueta de las ruinas de la ermita románica de San Miguel. En el fondo del valle se propagan los cultivos de regadío alternando con algún campo de cereal. El paisaje cambia drásticamente en los páramos sobre los que crecen tomillos, espliegos y otras plantas de pequeño porte. Caminando por estas pedrizas se puede ver algún rebaño de ovejas churras, junto a la silueta del pastor buscando siempre los mejores pastos, hasta que la caída del sol silencia los cencerros y despide el día. Excelentes pastos y mejores cuidados que hacen posible degustar aquí, acompañado de un buen vino de la zona, uno de los mejores corderos asados de toda la provincia. También es excelente el queso que se hace con la leche de las churras.
Sacramenia es un lugar de la comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña. Antes del siglo XIII compartía con la villa, con Bernuy y con Membibre el dominio de estas tierras. De todos ellos, Sacramenia es el más dinámico y activo hoy en día. El nombre de Sacramenia y su historia no pueden separarse del cercano monasterio cisterciense de Santa María, conocido como el Coto de San Bernardo. Fue fundado durante el reinado de Alfonso VII en un lugar tranquilo y apartado, habitado anteriormente por eremitas. A él se llega por una estrecha carretera cubierta con una bóveda natural de ramas de quejigo. A pesar de los expolios sufridos (el claustro fue desmontado y trasladado a los Estados Unidos), el conjunto restante resulta sorprendente. La iglesia es la mejor muestra de la arquitectura cisterciense de la provincia y una de las mejores de Castilla. No en vano, la de Sacramenia parece ser la fundación más temprana del Císter en tierras españolas. La portada occidental, de múltiples arquivoltas y rematada con un gran rosetón, es lo primero que vemos. En una hornacina añadida en el remate en el siglo XVIII aparece la imagen de San Bernardo. Pero la singularidad del edificio reside en su cabecera de cinco ábsides. A pesar de los desmanes de la moderna arquitectura, Sacramenia conserva el encanto de los pueblos asentados en cuesta. En lo más alto del cerro, rodeada de soledades, se alza la ruina de la iglesia de San Miguel, construida en el estilo románico característico de la tierra de Fuentidueña. Todavía se conserva en pie la airosa portada de múltiples arquivoltas y el ábside. En lo alto del pueblo, dentro del caserío, está la iglesia de San Martín de Tours, un templo de considerable tamaño e innumerables reformas. Conserva la cabecera románica con triple arquería en el tramo recto del presbiterio. El arco triunfal apoya sobre columnas dobles con capiteles muy deteriorados. El retablo mayor ocupa el hemiciclo. Es barroco, de tres calles y dorado; conserva imágenes de buena factura. A los pies de la nave se encuentra la magnífica pila bautismal de la parroquia, procedente de Santa Marina. Santa Marina es la otra iglesia de Sacramenia. Es también un templo de origen románico que conserva de esta época la cabecera, donde se conservan frescos del siglo XV. El tramo recto es escalonado, pero todavía son más singulares los cinco arcos ciegos del tambor del ábside. El arco triunfal, doblado y austero, da paso a una nave cubierta con artesonado mudéjar prácticamente renovado en su totalidad. A los pies se dispone el coro y en un lateral, un gran arco formero da acceso a la capilla dedicada a Jesús Nazareno y a la Virgen del Rosario.
La imagen de Santa Ana, su patrona, sale en procesión el día 26 de julio al son de la música y las danzas. Pero en estos días también se festeja a Santiago y Santa Anilla. El 20 de agosto se celebra San Bernardo, el patrón del Coto del mismo nombre.
Entre las cuencas de los ríos Pirón y Malucas se instala el caserío de Samboal, en medio de un frondoso pinar en el que se intercalan pinos piñoneros y negrales. El aprovechamiento del pinar ha sido muy diverso y ha permitido la coexistencia del bosque con sus usos. La Senda de Puente a Puente se inicia en el mismo pueblo y conduce al caminante por estos pinares hasta llegar al valle del río Pirón para regresar desde él al pueblo tras disfrutar de la paz y el sosiego que transmiten sus paisajes.
El origen de Samboal hay que buscarlo en el monasterio de San Baudilio, nombre que luego derivaría en el actual. Desconocemos cuando se fundó el monasterio, aunque sabemos que en 1112 el conde Ansúrez se lo donó al monasterio benedictino de San Isidro de Dueñas, a cuya jurisdicción perteneció hasta 1835 exceptuando unos años a finales del siglo XV. La presencia benedictina en Samboal perduró, más allá de la desamortización, hasta 1860 ya que el primer párroco del lugar fue el último monje del monasterio. Junto al monasterio surgió una aldea, germen de la actual población. De aquel, aparte de noticias documentales, sólo se conserva la actual iglesia parroquial. Al edificio medieval pertenecen la torre y la cabecera con sus dos capillas laterales. Las arquerías de ladrillo se ordenan de forma magistral, hasta el punto que los expertos la han considerado el edificio más representativo de la arquitectura medieval de ladrillo de la provincia de Segovia, junto a San Andrés de Cuéllar.
En honor a su patrón, San Baudilio, el día 20 de mayo celebran su fiesta grande. La música y el baile dejan a un lado la jornada de trabajo para reunirse alrededor del santo. Con el mismo fervor y alegría se celebra el 16 de julio la festividad de la Virgen del Carmen.
Es el único pueblo del sexmo de Montemayor de la Comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar que pertenece a la provincia de Segovia ya que el resto (Montemayor, San Miguel del Arroyo, Santiago del Arroyo y Viloria) son de Valladolid. Se encuentra situado en una pequeña hondonada al abrigo de varios cotarros que lo rodean casi por completo. El arroyo Horcajo cruza el pueblo aportando frescor y humedad a los campos de cultivo que se encuentran a su alrededor. A lo largo de su término municipal abundan las fuentes como Valdecrespo o la fuente de San Caballero. En la plaza del pueblo se conserva también una enorme fuente de piedra caliza.
La iglesia de San Cristóbal es un templo humilde aunque con algunos elementos de interés. Se accede a su interior a través de una portada mudéjar de cinco arquivoltas. Es el único elemento claramente medieval de la iglesia, que fue reformada en el siglo XVII según consta en el tímpano que se añadió al arco triunfal. La cabecera se cubre con un artesonado de planta octogonal, formándose en el centro una estrella en cuyo interior se simuló un pequeño vano en forma de trébol.
Sus fiestas patronales se celebran el fin de semana más próximo al 8 de septiembre, la Natividad de Nuestra Señora, y al 13 de junio, San Antonio de Padua. La tradición más curiosa y singular de este pueblo tiene lugar en Santa Bárbara, el 4 de diciembre. Dice la historia que hace más de cuatro siglos vivía cerca de aquí una rica mujer llamda doña Marina Sanz, quién dejo en herencia al ayuntamiento una gran finca próspera y productiva bajo el compromiso de que cada 4 de diciembre se distribuyera dos hogazas de pan a cada vecino y una ración de pan a cada transeúnte que ese día recorra el pueblo. Todavía se mantiene viva la costumbre.
Hasta hace unas décadas, San Martín era la cabeza del municipio, situación que ahora ha perdido en favor de Mudrián, un núcleo más dinámico. La laguna de las Adoberas, situada junto a la iglesia, es el resultado de la extracción de barro para fabricar los adobes con los que están construidas sus casas. El carrizo bordea la laguna y entre sus hojas se esconden fochas, ánades reales y otras aves acuáticas. Alrededor del pueblo se cultivan puerros, zanahorias, remolachas, patatas… Cuando llega el otoño y los campos se roturan multitud de cigüeñas bajan a alimentarse de los jugosos insectos que quedan al descubierto. La copa de los pinos dificulta la observación del vuelo rápido y ágil de expertos cazadores como el milano real, milano negro, cernícalo vulgar, ratonero y otras rapaces.
La iglesia de San Martín de Tours levanta su mole silenciosa en lado del pueblo. Delante de ella se abre la plaza y se levanta un viejo crucero del siglo XVI. Su arquitectura es muy similar a la de San Bartolomé de Mudrián y hace pensar que ambas fueron construidas a la vez. La combinación de ladrillo y mampostería en sus paramentos consigue romper algo la austeridad que caracteriza al aspecto exterior de las iglesias barrocas segovianas del siglo XVIII. En el camino hacia Mudrián se encuentra la ermita del Santo Cristo de la Esperanza, con un crucero de piedra blanca que salió del mismo taller de cantería que el del pueblo.
Su fiesta principal fue trasladada de su fecha original y se celebra el primer fin de semana de agosto, en honor a San Martín de Tours. La fiesta de la Cruz, el fin de semana más cercano al 14 de septiembre, es su otra fiesta local. El último domingo de septiembre sus vecinos acuden a la romería de San Benito de Gallegos.
El pinar cubre su término municipal casi por completo. El conjunto de las lagunas del Prado, Redonda, de Labajo y de la Magdalena se reúnen en las inmediaciones del pueblo. Son zonas de poca extensión en las que se acumula el agua en pequeñas láminas de escasa profundidad. Cuando se acerca la primavera el agua se oculta bajo flores blancas y amarillas ofreciendo un espectáculo para la vista. Bajo las hojas de la milenrama acuática encuentran refugio los jóvenes renacuajos de rana común y otros anfibios. Antiguamente, en estas zonas húmedas se cultivaba el cáñamo que servía para tejer cuerdas y telas de arpillera. El río Pirón por el suroeste y el río Malucas por el norte sitúan a Mudrián entre dos de los principales ríos de la comarca de El Carracillo. El regadío y las plantaciones de fresas son la principal fuente de ingresos de sus vecinos, aunque en los últimos años ha adquirido gran auge la fábrica de alimentos precocinados cuyas tortillas envasadas se distribuyen por todo el mundo.
La iglesia de San Bartolomé es un templo de estilo barroco, levantado hacia 1760, en plena efervescencia constructiva por toda la provincia. Para sus muros se emplearon el ladrillo y la mampostería. Su planta es de cruz latina. La nave se cubre con bóveda de medio cañón y lunetos adornada por sencillos trazos geométricos. Sobre el crucero se alza una cúpula algo achatada. En el sotocoro se conserva la pila bautismal del templo original, decorada con gallones rematados con arquillos y un sencillo zigzag.
Sus fiestas patronales se celebran el 24 de agosto en honor de San Bartolomé. Forma parte de la los siete pueblos que se reúnen para celebrar la multitudinaria romería San Benito de Gallegos, el último domingo de septiembre.
Se encuentra situado junto al río Duratón, en un paso estratégico que articula las comunicaciones entre Segovia, Aranda de Duero, Sepúlveda y Fuentidueña. Aguas abajo comienzan las Hoces septentrionales del Duratón. San Miguel pertenece a la Tierra de Fuentidueña. Todavía se conserva, aunque sin pretiles y con zonas restauradas, el puente medieval sobre el que se cruza el Duratón desde los siglos de la repoblación.
En lo alto del cerro junto al que se levanta el pueblo se encuentran las ruinas de las iglesias románicas de San Pedro y San Martín, hoy conocidas como los Sampedros y los Sanmartines. Por su dimensión, es posible que cada una fuera la parroquia de un barrio desaparecido y que Bernuy fuera, por tanto, una importante población al menos durante la Edad Media. Al otro lado del Duratón se alzan las Ermitonas, donde antaño se veneraba a la Virgen del Río. La construcción superior se ha identificado como los restos de un palacio medieval. La cabecera de la iglesia de San Miguel es un elemento singular en el románico segoviano. Se trata de una gran torre de planta rectangular que alberga en su interior la escalera y el presbiterio. El conjunto resulta de una monumentalidad alejada del románico rural. La nave, la sacristía y la portada de ingreso son de mediados del XVIII. También es barroco el retablo mayor, construido en tres calles, dorado y policromado. Es una obra bella y de gran calidad. La ermita de la Virgen del Río, edificada con restos románicos procedentes del antiguo emplazamiento, se alza a las afueras, junto a la carretera de Cobos.
Su patrón es San Miguel Arcángel y se celebra el último fin de semana de septiembre. El fin de semana próximo al 13 de junio, se festeja a San Antonio, pero su fiesta más entrañable es la Virgen del Río, el 8 de septiembre. Las aguas calmadas del río Duratón acarician el pueblo antes de adentrarse en el macizo calizo sobre el que excavan sus hoces más septentrionales. Desde el área recreativa de los Nogales, donde se realizan actividades de piragüismo, ya se observan los farallones calizos que acompañan al río en su lento discurrir por el embalse de las Vencías. La ribera desaparece cediendo su espacio al agua que cubre el valle entre los muros. El origen de esta formación se debe buscar en el sustrato sobre el que se asientan, las calizas y dolomías. El río se ha ido encajando progresivamente a lo largo de millones de años ayudado por el proceso cárstico, gracias al cuál estas rocas se disuelven fácilmente. Cada curva u hoz esta limitada por paredes calizas de varios metros de altura en cuyos huecos vive una importante colonia de buitre leonado. Solapas y repisas se cubren de un color blanquecino como consecuencia de los excrementos acumulados a lo largo de los años. Allí, con la llegada del invierno, los buitres inician el cortejo para después formar el nido en el que depositarán un huevo hacia el mes de febrero. Seis meses después los jóvenes pollos inician sus primeros vuelos. La sombra de su silueta en el páramo sobrecoge por su imponente tamaño que puede superar los dos metros y medio de envergadura alar. El roquedo culmina en las lastras, sin apenas árboles excepto por alguna sabina o encina aislada. El olor a tomillo salsero, mejorana y espliego se esparce con el viento. En este entorno se levantan los viejos muros de las Ermitonas, en el margen izquierdo, y los Sampedros y los Sanmartines en el derecho. A medida que el cañón se acerca a la Serranilla, sus paredes comienzan a separarse y las pendientes se suavizan y se pueblan de un espeso encinar en el que se refugian corzos, jabalíes y zorros. Después, el río vuelve a encajarse y en la angostura se levanta la presa del embalse de la Vencías. Aguas abajo, sobre un promontorio rocoso, se levanta la villa de Fuentidueña.
Ubicado en pleno Carracillo, está rodeado de extensas huertas donde se cultivan todo tipo de hortalizas. Se trata de un paisaje cambiante, repleto de detalles. Fresas, remolachas, lechugas, endivias, chirivías, patatas, puerros, zanahorias… crecen rociadas por el agua de los pozos cercanos. Una vez recogidas se procede a su envasado que, en muchos casos, se realiza en alguna de las grandes y punteras envasadoras asentadas en el pueblo. En primavera, el sonido incesante del croar de las ranas atraen la mirada hasta la laguna de Las Tencas, una de las últimas en activo de toda Castilla.
Es un pueblo del sexmo de Navalmanzano. Como otros de la Tierra de Cuéllar, recibe su nombre de la persona que encabezó la población del lugar en la Edad Media, posiblemente en el siglo XII. La iglesia de Santo Tomás es barroca, de planta basilical. Las naves se cubren con bóvedas decoradas con gran profusión de tracerías. El retablo mayor es del siglo XVI, con cinco pinturas en las que se representan escenas de la vida de Santo Tomás y las dos del banco, en las que aparecen cuatro apóstoles. El retablo y todo el presbiterio quedan cubiertos por un gran guardapolvo de estilo barroco tardío, siendo este un elemento muy raro de encontrar en la zona. Barroco y clasicismo se mezclan con una armonía poco habitual. Paseando por las calles del pueblo todavía se pueden escuchar los golpes del martillo sobre el yunque provenientes del taller de forja artística de los hermanos Herrero, artesanos y herederos de una tradición casi desaparecida.
Los festejos en honor de la Virgen del Rosario se celebran doblemente, el primer fin de semana de agosto y el primer domingo de octubre. El 13 de junio se celebra San Antonio de Padua y el 5 de febrero las mujeres del pueblo se congregan en torno a Santa Águeda.
Se encuentra en el extremo sur del mar de pinares. Pertenece al sexmo de Cabezas de la comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia. El bosque de pino resinero se extiende entre Sauquillo de Cabezas y Turégano, con algunos ejemplares de más de metro y medio de diámetro y de varios metros de altura. Pinos bicentenarios en cuya corteza se mantiene la cicatriz de las caras resinadas durante varios años. El roble melojo se entremezcla con el pino reflejo de la importancia que debió tener en el pasado. Con el abandono de la resina se ha dejado de favorecer la presencia del pino lo que permite cierta recuperación del melojo. Al igual que en otras zonas de esta tierra es fácil encontrar los restos de antiguas lagunas en algunos casos hoy desaparecidas. Junto a la carretera se encuentra la Laguna del Terrero, en cuya fuente lavaban la ropa las mozas del pueblo, entre el croar de las ranas que eran muy abundantes. Antaño se cazaban y se vendían a los comerciantes de Cantalejo.
Entre los edificios del pueblo destacan las tres casas solariegas blasonadas. Una de ellas perteneció a los Marqueses de Cáceres, cuya familia tiene su origen en Sauquillo. La iglesia de San Pedro es un templo barroco aunque la torre, la portada y el atrio cegado son anteriores. Su planta es de cruz latina y el centro del crucero se cubre con una cúpula de media naranja profusamente decorada. Desde la nave se accede a la capilla del Cristo de la Salud, imagen de la escuela del escultor vallisoletano Gregorio Fernández.
La fiesta principal es San Pedro, celebrado el último fin de semana de agosto. El día 13 de junio se ensalza a San Antonio de Padua. La procesión de San Isidro, el 15 de mayo, y la bendición de campos se siguen celebrando en este pueblo de tradición agrícola.
Asentado sobre el cerro Tentebuey, es un pequeño pueblo de la comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña. Su nombre hace referencia a la fabricación de tejas y ladrillos para la que se utilizaban las arcillas rojizas sobre las que se asienta la aldea. En el centro del pueblo se ha recuperado la laguna del Charco de Tejares de origen semiartificial, ya que de ella se extraía el barro que se empleaba como materia prima. Actualmente la laguna se encuentra rodeada de chopos y álamos jóvenes entre los que corretean las ocas y los patos que la habitan. Durante los días de calor se repite el vuelo rápido e incesante de aviones y vencejos que se acercan al agua en busca de insectos. En la lejanía se distinguen algunas bodegas hoy abandonadas entre las que surge un importante manantial que abastece a Fuentesoto. También hay bodegas agrupadas en el pueblo, cerca del charco y de la iglesia de Santa María Magdalena. Es este un templo muy austero. El arco triunfal es románico y sirve de base para la sólida espadaña. Al exterior presenta un solo volumen de planta rectangular. La puerta se abre en lado norte y tiene un arco apuntado trasdosado con moldura de nacela. Una de las ventanas del presbiterio se decora con un esgrafiado que integra cráneos humanos, costumbre esta que también hemos visto en la Casa de las Ánimas de Hontalbilla. Junto a la carretera de Aranda a Segovia, antiguo camino real, se
encuentra la posada de Domingo Juan, una de las dos que funcionaban antaño. Aquí, según don Manuel González Herrero, paraban los ganaderos que acudían a la feria de San Andrés de Turégano.
En el ecuador de la primavera, el 11 de mayo, se festeja a su patrón, San Mamerto, el antiguo titular de la parroquia. Sin embargo, es el 22 de julio, día de Sta. Mª Magdalena, cuando vecinos y amigos se reúnen al son de la música para celebrar su fiesta mayor.
El caserío se dispone en un alto sobre un pliegue calizo que se extiende hasta el cerro donde se ubica la ermita del Pinar. El páramo da paso a la llanura cubierta de arenas. Bordeando el cerro discurre un arroyo que llega hasta los antiguos lavaderos en una zona que debió cubrirse de huertas no hace mucho tiempo. Según cuentan sus vecinos un portugués partió a un largo viaje anunciando que sólo pararía allí donde terminara la roca que afloraba en su pueblo. Caminó durante semanas hasta que llegó a Torrecilla, allí la roca terminó y se casó con una moza del pueblo. En el lado norte del otero rocoso sobre el que levanta el pueblo se abren las bodegas tradicionales, testimonio de que Torrecilla fue pueblo de vino. La iglesia de San Juan Bautista se levanta en lo más alto. A su origen románico pueden pertenecer la cabecera recta, muy reformada, y la base de la torre. El arco triunfal es obra renacentista y la entrada al presbiterio queda marcada por barandillas de piedra labrada. El retablo mayor es barroco, con la imagen del titular enmarcada por cinco lienzos. En un lateral de la nave se encuentra la imagen de la Virgen del Pinar que cada Pentecostés es traída desde la ermita y pasa el verano en el pueblo. En la nave lateral se conserva un calvario gótico quizás del siglo XIV. Saliendo del pueblo, el Via Crucis de piedra nos conduce hasta la ermita del Humilladero. Más allá, al final del espaldón calizo, se levanta la ermita de la Virgen del Pinar, de estilo románico tardío. Consta de tres naves y cabecera. El ábside fue convertido en camarín. Desde sus alrededores las vistas sobre los pinares son magníficas.
El domingo anterior a San Mateo, en septiembre, la Virgen del Pinar es llevada hasta su ermita en la romería del Henarillo. El 24 de Junio se festeja a San Juan.
Este pequeño arrabal histórico de Cuéllar se encuentra situado apenas a cuatro kilómetros de la villa. Inmerso en un llano, aparece rodeado de campos de laboreo en los que se cultiva principalmente cereal. Un tapiz dorado de espigas cubre los suelos durante el verano para dar paso a las tierras desnudas durante el invierno. Entre los campos de cultivo se divisan pequeños grupos de pinos resineros y piñoneros, reductos de lo que debió ser un bosque más extenso. Las primeras noticias de la existencia del lugar se remontan al siglo XIII, cuando aparece nombrado como “Torre de don Gutierre”. Seguramente existió alguna torre de carácter militar dispuesta como defensa avanzada de la villa. La iglesia de Santa María es un templo sencillo, construido en el siglo XVI con la piedra caliza blanquecina tan característica de la zona. Consta de una sola nave rematada con cabecera poligonal. A los pies se levanta la torre, reconstruida no hace mucho. A un lado se adosó la sacristía y al otro un pequeño atrio. La cabecera debió estar cubierta originalmente con bóveda crucería. Hoy se cierra con una bóveda barroca de lunetos. Lo más antiguo del templo es la pila bautismal, de estilo románico y decorada con gallones rematados con arquillos. El retablo mayor, de estilo barroco tardío, no se pintó hasta mediados del siglo XIX. Lo más interesante de él es el grupo escultórico que representa a los cuatro Evangelistas y que se dispone en el ático.
La fiesta patronal es en honor de la Virgen del Rosario (primer domingo de octubre). Durante la Semana Santa, celebrada con gran fervor por los vecinos, existía la tradición de encender una hoguera en la torre de la iglesia, para que pudiera divisarse desde la lejanía.
Turégano es uno de los destinos fundamentales para el viajero que quiera presumir de conocer los principales lugares de la geografía segoviana. El origen de la población se remonta a la segunda Edad del Hierro, pero la primera vez que aparece en las fuentes escritas es en 1116 con el nombre de Torodano. Algunos historiadores defienden la existencia de una fortaleza árabe en el lugar donde hoy se levanta el castillo, pero recientes excavaciones arqueológicas no han podido confirmarlo. En 1123 se produjo un hecho que marcaría la historia de la villa hasta prácticamente el siglo XX: La reina doña Urraca, hija de Alfonso VI El Bravo, hizo donación de la villa y el señorío de Turégano a don Pedro de Agen, primer obispo de la restituida diócesis de Segovia. El siglo XV fue seguramente el más relevante para la historia de Turégano gracias a dos personajes históricos de gran importancia como son el rey Juan II de Castilla y el obispo Juan Arias Dávila. Al primero se debe que entre 1425 y 1442 Turégano fuera sede durante seis meses cada año de la Cancillería y Audiencia del reino. El propio rey acudió a la villa en 1428 para reconciliarse con su valido, el poderoso Álvaro de Luna. En 1440 se celebró el primer sínodo diocesano de Turégano, auspiciado por el obispo Lope de Barrientos. Por su parte, Juan Arias Dávila fue uno de los hombres más influyentes en la corte de Enrique IV. Se enemistó con don Beltrán de la Cueva por defender que el noble era el padre de la Beltraneja y no el rey. En su apoyo a la causa de los Reyes Católicos, recibió en Turégano por tres veces a Fernando de Aragón, la última cuando este se dirigía a Segovia para acudir a la coronación de su mujer como reina de Castilla. Por mandato del obispo se celebraron sínodos diocesanos en 1473 y en 1483. En lo material, Arias Dávila es uno delos impulsores de la transformación en castillo de la antigua iglesia románica de San Miguel. Su muerte en Roma en 1497 le privó de su deseo de ser enterrado en ella. Durante el siglo XVI, el castillo de Turégano fue usado como prisión de Estado por los reyes Carlos I y Felipe II. Aquí estuvo prisionero tras su caída en desgracia Antonio Pérez, secretario de Felipe II. El siglo XVII dio comienzo con una crisis generalizada en la antigua diócesis de Segovia. Turégano desaparece de la Historia General y su término, como tantos otros, es esquilmado por los invasores franceses durante la Guerra de la Independencia. Años después, con la abolición de los señoríos y la división del territorio nacional en términos municipales, se rompió la dependencia secular de la mitra segoviana. Que los obispos de Segovia fueron señores de Turégano queda bien patente en el propio castillo, pues a ellos se debe lo principal de su construcción. Durante la Reconquista debió de haber una fortaleza en su emplazamiento, pero el edificio actual es, ante todo, el resultado de un proceso denominado por el arquitecto Ángel Ejido como “encastillamiento” de la iglesia románica de San Miguel. Se trata de una iglesia ya tardía en su estilo (ss. XII-XIII) que queda completamente embutida en las construcciones impulsadas por tres obispos distintos: el mencionado Arias Dávila y sus sucesores, Juan Arias del Villar y Diego Rivera. De todas formas, con anterioridad a estas obras debieron de coexistir la iglesia y un castillo más antiguo del que sabemos que en 1438 era cárcel del obispado. El recinto fortificado exterior, que a mediados del siglo XVI se llamaba “barbacana”, se encuentra arruinado. Constaba de un gran muro reforzado con torres de planta rectangular. Arias Dávila construyó a partir de 1471 el segundo recinto, de planta rectangular y con cubos circulares en las esquinas, y el cuerpo de tres torres sobre los ábsides de la iglesia. En la torre central, la del homenaje, está su escudo. Arias del Villar continuó las obras añadiendo las dos torres poligonales del lado sur que enmarcan la entrada a la iglesia, donde aparece su escudo, y los tres torreones del lado oeste. A Diego de Rivera se debe el torreón circular del lado norte que alberga una escalera de caracol de mallorca que permite subir al adarve. Por último, en 1703 se construyó la gran espadaña sobre la entrada de la iglesia. La estampa del castillo, fotografiado entre otros por Ortiz-Echagüe, ha dado fama internacional a Turégano. La fortaleza se integra y remata el paisaje de la plaza de España o de los Cien Postes, por las columnas que forman los tradicionales soportales. Es el centro de la vida cotidiana. Los soportales, tan característicos de los mercados castellanos, dan cobijo de los rigores invernales y del calor veraniego. En el extremo de la plaza opuesto al castillo se encuentra el antiguo Palacio episcopal, desamortizado en el siglo XIX y oculto por otras construcciones. Enfrente está la Casa Miñano, con su característico patio segoviano en el interior. Ambas edificaciones separan la Plaza Mayor de la plazuela de la Iglesia, donde se alza el templo románico de Santiago, la única parroquia que sobrevive de las cuatro que tuvo Turégano. Las reformas de los siglos XVII y XVIII transformaron su aspecto, por lo que del edificio del siglo XII sólo se conserva la cabecera de esbeltas proporciones y formada por tramo recto y ábside. Tras el gran retablo de gusto neoclásico queda oculto el interior del ábside en el que se conservan dos sorprendentes relieves románicos que enmarcan el vano central. En uno de ellos se representa un Pantocrator rodeado por el Tetramorfos, las representaciones de los cuatro evangelistas. Debajo aparecen seis personajes caracterizados individualmente pero de difícil identificación. En el otro relieve aparece un personaje barbado, vestido con manto y portando un libro y un cayado. Podría ser Santiago Apóstol.
La fiesta principal es el Dulce Nombre de María, el primer fin de semana de septiembre. La plaza cambia su estampa y se transforma en una coso taurino hecha con tablaos en la que desembocan los toros tras los encierros. La Feria de San Andrés, el 30 de noviembre, es una de las ferias agrícolas con mayor tradición de Segovia. A mediados del XIX se la tenía como la mejor feria de ganado de Castilla. Hoy, tractores, cosechadoras y arados se entremezclan con puestos de bacalao, frutos secos y ropa.
En el municipio de Turégano confluyen los paisajes más representativos de esta provincia. Sus pedanías, La Cuesta, Aldeasaz, Carrascal y Berrocal, se sitúan en el piedemonte de la Sierra bañadas, por los ríos Viejo y Pirón. Al norte se abre la llanura cerealista y los pinares que se extienden hacia el valle del río Cega. El olor a resina y barrujo incita al caminante a adentrarse en el pinar bajo el embrujo de la luz filtrada entre los troncos. Desde antiguo el hombre ha utilizado los recursos que la naturaleza le ha ofrecido originando oficios, costumbres y tradiciones en torno a su recurso principal, en este caso, el pino negral o resinero. En el Museo Forestal ubicado en la Casa del Ingeniero, a escasos tres kilómetros del pueblo, se pueden descubrir algunos de estos oficios. Entre maquetas y utensilios de labor se reconoce el trabajo y esfuerzo de ingenieros, guardas forestales, resineros y leñadores gracias a cuyos cuidados se ha conservado este hermoso paisaje. Desde aquí parte un recorrido de unos doce kilómetros que se adentra en el pinar. A principios del siglo pasado los pinares públicos comenzaron a gestionarse con el objetivo de extender la producción de madera y miera en el tiempo. Comenzaron a delimitarse los cuarteles. Cada uno de ellos se dividía a su vez en tramos y tranzones en los que a través de claras y entresacas se seleccionaban los árboles más fuertes y robustos. La resinación y las cortas se complementaban en periodos de unos ochenta años aunque variaban según las condiciones de crecimiento. En el verano se trabajaba la miera bajo el calor sofocante y en el invierno se llevaban a cabo podas, cortas, entresacas y reforestaciones. Pero no sólo es posible disfrutar del olor a pino. Este recorrido también permite al caminante asomarse al río Cega desde el manto de arenas y descubrir antiguos refugios forestales que aún se conservan, recordándonos que no hace mucho tiempo, el trasiego por el pinar era constante.
La espadaña de la iglesia parroquial corona, en extraño equilibrio, la ladera sobre la que se esparcen las casas de esta pedanía de Cantalejo. El viento arrecia en lo alto del cerro que está rodeado por campos de cereal. La planicie se interrumpe por el tajo brusco y profundo que el río San Juan, afluente del Duratón, ha dibujado en el límite oriental de su término. Cuevas, cortados y galerías se distribuyen por los muros calizos. El vuelo sigiloso del buitre leonado rompe el fluir del viento acompañando al caminante en su recorrido. Al otro extremo del municipio, el pinar toma mayor importancia ofreciendo rincones tranquilos y placenteros como la Fuente del Rey donde algunas mesas y bancos brindan un merecido descanso.
La iglesia de la Asunción conserva la estructura románica aunque ha sido reformada en siglos sucesivos, especialmente en el siglo XVII. De este momento debe ser el coro de madera policromada, un elemento excepcional en la comarca. El templo consta de una sola nave con armadura de madera y ábside. En el exterior de este se abre una aspillera enmarcada en arco románico con capiteles decorados. La entrada queda protegida por un atrio donde se encuentra la pila bautismal, decorada con gallones y arcos lobulados. El retablo mayor oculta el cascarón del ábside. Es de estilo barroco y se fecha en 1732. A principios del siglo XVII, el licenciado Diego de Colmenares fue cura párroco de Valdesimonte. Colmenares es autor de la “Historia de la Insigne Ciudad de Segovia”, publicada en 1636.
Con la llegada del verano las calles se llenan de niños, amigos y vecinos que se reencuentran para festejar a Ntra. Sra. de la Asunción, el 15 de agosto, aunque la fiesta mayor llega el 24 de agosto en conmemoración de San Bartolomé. El segundo domingo de pascua se festeja Cuasimodillo.
El río Cega y su ribera acarician el término de este pueblo, también surcado por el modesto arroyo Horcajo, que pasa encauzado bajo las calles. En las proximidades del molino de La Minguela podemos hacer un agradable recorrido junto a las aguas del Cega. Rodeando el pueblo surgen pinares en los que se entremezclan pinos piñoneros y resineros.
La antigüedad de la población del término se remonta, al menos, a la primera Edad del Hierro (s. VIII-s. V a.C.). De esta época es el castro del Pico de Torre y los poblados de Óvilo y Las Longueras. También se han encontrado restos de cerámica romana y visigoda. La vieja parroquia de Vallelado fue derruida a mediados del siglo XX y en su lugar se levantó la actual iglesia de Santo Tomás Apóstol, de cuidada arquitectura basada en el uso del arco de medio punto y la bóveda de cañón. Se conserva un interesante grupo de imágenes fechables entre el siglo XVI y el XVIII. En la parte alta del pueblo se levanta la Casa Grande, la principal de las propiedades que tenían en Vallelado los monjes jerónimos del Monasterio de la Armedilla (Cogeces del Monte). Se conservan en el pueblo unos cuantos cruceros, entre los que destaca por su labra el Cristo del Humilladero (s. XVIII).
Vallelado a dado grandes pelotaris, como los hermanos Baeza, que se situaron en lo más alto de este deporte en el año 1976. Niños y mayores siguen practicando el juego de pelota con afán y tesón. Los ajos de Vallelado son de gran calidad y gozan de fama en la comarca.
El primer sábado de julio se celebra el Festival Folklórico del Ajo. La Exaltación de la Cruz a mediados de septiembre y Santo Tomás Apóstol el primer domingo de julio son las fiestas patronales de este pueblo de gran arraigo y fuertes tradiciones.
El suelo pedregoso del páramo ha facilitado el crecimiento de los viñedos que se extienden por todo el municipio, manteniendo así su tradición vitivinícola. Sobre la ladera se dispersan numerosas bocas de antiguas bodegas en cuyo interior se han excavado kilómetros de grutas en las entrañas de la roca para ofrecer la temperatura y humedad adecuada para la fermentación y maduración de sus caldos. Una tradición que ha despuntado con la creación de modernas bodegas con alta tecnología en las que se produce un vino de gran calidad que recientemente se ha distinguido con la etiqueta de DOP Valtiendas.
La variedad principal es la uva tempranillo o tinta del país, aunque en pequeñas cantidades se cultiva Cabernet sauvignon. Los viñedos se distribuyen por las lastras calizas sobre suelos pedregosos y sueltos que se cubren de un verde intenso que dura hasta bien entrado el otoño. La vendimia es el momento más delicado ya que se debe iniciar cuando la maduración de la uva así lo determine, lo que suele suceder a principios de octubre. El duro trabajo de la recogida se adereza con grandes dosis de alegría que desemboca en pequeñas fiestas. Con la llegada de otoño sus hojas adquieren llamativos colores rojizos. Una vez se caen se inicia la poda y se cortan los sarmientos; es entonces cuando la vid se prepara para el frío invierno y ralentiza su savia. En el mes de marzo la parra comienza a revitalizarse y la savia se activa provocando el “lloro” de la vid que prepara a la planta para un nuevo ciclo de producción. La Asociación de Vino de Calidad de Valtiendas reúne a las distintas bodegas que trabajan con ahínco para abrirse camino en el duro mercado del vino. El mimo y cariño con el que estos jóvenes bodegueros cuidan sus viñedos y la curación de sus caldos es su principal nota de presentación. A comienzos de octubre del 2006 se celebró la primera Fiesta de la Vendimia de Valtiendas entre dulzainas, mosto, vino y alegría.Sobre la ladera se esparcen las casas del pueblo. En la parte más alta se encuentran las bodegas tradicionales y los antiguos lagares. Cerca de ellas quedan las modernas instalaciones de las bodegas que forman parte de la DOP, sin olvidar las de Sacramenia, Pecharromán y Navalilla.
En la parte baja del caserío se abre la plaza, con el ayuntamiento a un lado y la parroquia al otro. Cerca mana la fuente del pilón, que se hizo en 1917 para facilitar a los vecinos el acceso al agua.
La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es un templo gótico postmedieval de planta rectangular con capillas laterales. El presbiterio se cubre con bóvedas de crucería. El arco triunfal descansa sobre grandes medias columnas. La nave se divide en tres tramos mediante dos arcos fajones. Cada tramo se cubre con bóvedas barrocas de lunetos decorados con tracerías geométricas. En cada lateral del primer tramo de la nave se abren capillas laterales dedicadas a Cristo Nazareno y a la Virgen del Rosario, respectivamente. En el siguiente tramo se enfrentan el baptisterio y la puerta de acceso, enmarcada por una portada decorada con sillares almohadillados. El retablo mayor es de estilo neoclásico, desarrollado en tres calles. La Virgen de la Asunción ocupa la central, flanqueada por las imágenes de Santo Domingo de Guzmán y San Vicente. Adosada al muro sur de la cabecera se alza la torre. Su piso inferior se cubre con bóveda de medio cañón y se usa como sacristía.
Sus fiestas patronales se celebran en honor de Nuestra Señora de la Asunción y San Roque, el 15 y 16 de agosto. También se celebra San Isidro, el 15 de mayo, con la tradicional bendición de los campos, rito propiciatorio en el que se pide para mantener las cosechas a salvo de plagas, pedriscos y tormentas.
Situado en un alto, desprotegido de los vientos que azotan el páramo, el pueblo hace honor a su nombre. La temperatura puede descender incluso dos grados al aproximarnos al pueblo. Una variación térmica agradable en el verano aunque no tanto en el invierno. Los campos de cultivo se han extendido por la planicie desde las blancas casas.
Aunque hoy es anejo de Olombrada, Vegafría pertenece históricamente a la comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña, en cuyo extremo occidental se sitúa. Actualmente no quedan viñas, pero la abundancia de bodegas, especialmente junto a la ermita del Humilladero, hacen suponer que este cultivo fue muy importante en el pasado. La ermita es un simple humilladero, unido al pueblo por el calvario de piedra. El origen románico de la iglesia de Santa María Magdalena se puede todavía apreciar en el muro sur. En el siglo XVI se emprende una importante reforma, siguiendo un proyecto monumental para la construcción de un templo gótico. Este proyecto no se llegó a completar, por lo que nave y cabecera guardan una gran desproporción. Tras acceder al interior por la nave meridional, a sus pies encontramos la pila bautismal románica. Un gran arco formero da paso a la nave principal, que se cubre con un artesonado mudéjar. El transepto, la capilla mayor y la capilla lateral se cubren con bóvedas de crucería cuyos nervios parten de grandes columnas. El retablo mayor es de principios del siglo XVII. En sus pinturas podrían haber participado Gabriel de Cárdenas y Agustín Medina. El primero es el gran pintor de la escuela de Cuéllar.
Santa María Magdalena es la patrona del pueblo. Vecinos, familiares y amigos se reúnen el segundo domingo de julio para celebrar en su honor sus fiestas más señaladas.
Es un pueblo predominantemente agrícola y ganadero, en el que abundan los cultivos de secano junto al casco urbano. También hay pinares de pino resinero sobre cuyas copas es fácil observar numerosos nidos de cigüeñas mirando hacia el pueblo, como si con su proximidad al hombre se encontraran más protegidas de los depredadores. En el prado de la Dehesa se conservan algunas lagunas estacionales. El río Cega limita su término municipal con Cabezuela, compartiendo algunos de los más bellos parajes de estas riberas, como el Puente Mesa situado junto a la carretera. En el ayuntamiento se conserva un documento fechado en 1615, reinando Felipe III, en el que queda constancia de que el concejo de Veganzones compró a Felipe II su propia jurisdicción. De esta forma abandonó el señorío episcopal y pasó a ser villa de realengo o, como se dice en el documento “villa de sí y sobre sí”, sin que ya pudiera ser entregada a ningún otro señor. Los nuevos aires de independencia local traen la prosperidad al lugar y se encarga al famoso arquitecto Pedro de Brizuela la construcción de la nueva iglesia parroquial de Santa Águeda, cuyas obras se terminaron en 1630. El templo tiene planta de cruz latina y su espléndida arquitectura es de clara influencia herreriana. Desde el sotocoro se accede a las capillas de la Virgen de los Dolores y del Cristo. Esta imagen, como la de santa Ana, son del siglo XIV.
En agosto se celebra su fiesta grande, la Virgen de la Piedra, cuya imagen se veneraba en un molino de Los Porretales. Santa Agueda, el 5 de febrero y San Isidro Labrador, el 15 de mayo son sus fiestas menores. El domingo siguiente al Corpus Christi se enrama todo el pueblo, con arcos y altares cubiertos de flores para celebrar la Octava del Señor, mientras los danzantes palotean delante de la imagen.
Situado al poniente de la Tierra de Pinares segoviana es uno de los términos de los límites de nuestra comarca. Se extiende hasta alcanzar el río Eresma que sirve a su vez de frontera con la provincia de Valladolid. Los pinares de pino negral y piñonero ocupan gran parte del territorio, ofreciendo una línea continua de largos troncos y frondosas copas que tan sólo es interrumpida por el fuerte desnivel que ha generado el cauce del río. Siguiendo el borde del pinar, junto al talud, las copas de los chopos sobresalen tímidamente a ras del suelo. Una de sus actividades principales es la recolección del piñón, de excelente calidad. El lugar que ocupó la prodigiosa Fuente Tericiana, cuyas aguas sanaban a cuántos la probaban, es hoy un agradable parque infantil.
Los muros de la cabecera y de la nave de la iglesia de San Sebastián, construidos en piedra y ladrillo, son mudéjares y se han fechado en el siglo XIII. En el siglo XVI, la cabecera se cubrió con bóveda de crucería y quizás deba fecharse también en este momento la torre. En el siglo XVIII se hizo el remedo de bóveda de lunetos de la nave. Las imágenes son muy populares y llama la atención la de Santa Librada, patrona de la diócesis de Sigüenza y la única mujer que recibió martirio en la cruz. Cercano al encajado valle del río Eresma, se encuentra Casa de Bocos con su pequeña capilla del siglo XVIII. Ya en el valle, la senda que une la ermita de la Virgen de Sacedón (Pedrajas de San Esteban) con el castillo de Coca discurre paralela al río y nos deleita con sus paisajes pinariegos.
El día 20 de julio se celebra Santa Librada y su patrón, San Sebastián,se festeja el 20 de enero.
Pertenece al sexmo de Navalmanzano de la comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar. Tal y como su nombre indica, pueblo y pinar se entrelazan en una unidad. Sumergido en pleno corazón del “mar de pinares” el pino y su utilización por el hombre han condicionado la vida de sus vecinos. La explotación del pinar a través de la obtención de la miera del pino resinero era la principal forma de vida de sus habitantes. A mediados del siglo XIX contaba con una gran fábrica para la obtención de pez negra, aguarrás, colofonia, trementina e incienso. Hasta hace pocos años han estado en funcionamiento las pegueras, ya desaparecidas. La pez se empleaba para impermeabilizar botas y cubas. En el campo también se usaba para marcar el ganado.
A pocos kilómetros se encuentran las ruinas de la antigua ermita de San Cebrián, una atalaya natural desde la que se divisa un enorme manto de pinos que se extiende hasta el horizonte. Otro recorrido de gran interés es la senda “El Manzano-Sotocivieco”, un sendero con olor a pino y resina. Esta señalizado y hay varias publicaciones con su descripción. La iglesia de la Exaltación de la Cruz es el único edificio de interés del pueblo. Cuenta con una sola nave con cabecera rectangular y estrecho presbiterio. En su interior nos sorprende el retablo mayor de estilo barroco con sus puertas doradas que guardan un lignum crucis, un fragmento de la verdadera cruz de Cristo.
La fiesta mayor es la Exaltación de la Cruz, el 14 de septiembre, con festejos taurinos, procesiones y verbenas. El 3 de mayo (La Santa Cruz) es su fiesta menor. En la plaza se yergue el Mayo, pino de varios metros de altura, que los quintos colocan con esfuerzo para subir a él durante la fiesta.